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Israel bombardeó este miércoles la sede del Ministerio de Defensa en Damasco, Siria, en una acción que marca una nueva escalada militar en Medio Oriente y amenaza con desatar una ofensiva mayor si las fuerzas del gobierno sirio no se retiran de Sweida, una ciudad del sur con mayoría de población drusa, donde desde el domingo se registraron feroces enfrentamientos que ya dejaron más de 300 muertos.
El Ejército israelí afirmó que el ataque fue en represalia por las acciones del régimen de Damasco contra civiles drusos y que su intervención tiene como objetivo proteger a esa minoría. La operación ocurrió pese al pedido expreso de Estados Unidos, que solicitó detener los bombardeos y respetar el alto el fuego acordado el martes.
Los combates se desataron el fin de semana tras el secuestro de un comerciante druso por parte de tribus beduinas sunitas, lo que desató una cadena de represalias y enfrentamientos armados. En ese marco, Damasco ordenó el despliegue de tropas en la región, lo que encendió aún más las tensiones.
A pesar de un nuevo alto el fuego anunciado por las autoridades sirias este miércoles, los ataques no cesaron y el propio ministro de Defensa israelí, Israel Katz, advirtió que “las fuerzas sirias serán atacadas mientras permanezcan en Sweida” y exigió que “el gobierno de Siria deje en paz a los drusos”.
Israel también lanzó ataques aéreos contra convoyes militares sirios en el sur y reforzó su presencia en la frontera, alegando que busca mantener la zona como “un área desmilitarizada” y proteger a las comunidades drusas cercanas a su territorio. El primer ministro Benjamin Netanyahu respaldó la ofensiva y reiteró que Israel no permitirá presencia militar hostil en la región.
En paralelo, el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, expresó su “profunda preocupación” por el nuevo brote de violencia. “Teníamos un alto el fuego que volvió a romperse. Queremos que los combates paren”, declaró en Washington tras reunirse con autoridades de Baréin.
Desde la caída del régimen de Bashar al-Assad en diciembre, Siria vive una etapa de fuerte inestabilidad. El nuevo gobierno, liderado por grupos insurgentes sunitas, no ha logrado consolidar el control del país y las tensiones sectarias se reactivaron. Minorías como los drusos y los alauitas (grupo al que pertenecía Assad) temen una nueva ola de persecuciones y ataques.
En Jaramana, suburbio de Damasco, Evelyn Azzam, de 20 años, relató entre lágrimas cómo su esposo, Robert Kiwan, quedó atrapado en Sweida y fue baleado mientras intentaba escapar de un control militar. “Desde entonces, no sabemos si está vivo”, contó.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), con sede en Reino Unido, elevó el número de muertos a más de 300, incluyendo niños, mujeres y más de un centenar de soldados. Se reportan también decenas de desaparecidos.
La comunidad drusa, que surgió en el siglo X como una rama del islam chiita, representa una de las principales minorías religiosas del país. Aunque dividida en cuanto a su vínculo con el nuevo régimen, ha sido blanco de represalias en los últimos meses. Israel, que considera a los drusos una comunidad aliada —incluso muchos sirven en sus Fuerzas Armadas—, decidió tomar partido en su defensa.
La situación en Sweida sigue siendo crítica, con informes de ataques a civiles, cortes de comunicación y familias enteras desplazadas. Aunque Damasco anunció el despliegue de puestos de control para frenar la violencia, los combates no han cesado y el temor por una ofensiva regional de mayor escala crece a cada hora.