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Patrimonio arqueológico y población quebradeña

Martes, 14 de agosto de 2012 20:05

RICARDO DUBIN
En agosto del año 2010, una familia de Las Viviendas tilcareñas, al pie del barrio de Malka, informó que, al querer ampliar su casa con nuevas habitaciones, dio con las bocas de dos ollas grandes que, luego, resultaron ser ocho y varias tumbas. Avisaron a la Secretaría de Turismo y Cultura de la Provincia y al Instituto Interdisciplinario de Tilcara, al que corresponden los rescates que hay en el área.

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RICARDO DUBIN
En agosto del año 2010, una familia de Las Viviendas tilcareñas, al pie del barrio de Malka, informó que, al querer ampliar su casa con nuevas habitaciones, dio con las bocas de dos ollas grandes que, luego, resultaron ser ocho y varias tumbas. Avisaron a la Secretaría de Turismo y Cultura de la Provincia y al Instituto Interdisciplinario de Tilcara, al que corresponden los rescates que hay en el área.

Trabajaron, en el fondo de esa casa, tres arqueólogos del Instituto, uno del Conicet y dos estudiantes. La excavación duró dos meses, pero con un arqueólogo amigo de la familia y el trabajo de los mismos Carrazana, se les dijo que este tipo de rescates no debe durar más de una semana, aunque fuentes consultadas nos informaron que este tiempo es arbitrario.
El trabajo estaba terminando para octubre de ese año, cuando se firmó con la Secretaría un convenio para hacer un museo en la casa. El compromiso fue que, cuando estuviera acondicionado el lugar, se devolverían las piezas para poder exponerlas. Para febrero del 2011 la familia terminó la losa necesaria para levantar las habitaciones sobre el sitio, dejando debajo una suerte de sótano que se podrá visitar.

La Secretaría puso los materiales de construcción, de los que sólo se esperan los vidrios que harán de vitrina hacia las ollas y los enterratorios, tras lo cual se hará la instalación eléctrica. La mano de obra fue de los dueños de la casa. Finalizada la obra, volverán las piezas que viajaron para ser analizadas. Uno de los temas, entonces, será el de los restos humanos. ¿Se devolverán a los sitios en los que fueron dejados por sus deudos hace casi mil trescientos años?

Hoy se tiende a no exponer cuerpos humanos, ¿pero qué sucederá con el ajuar mortuorio con que fueron enterrados en la fe de aquellas personas en esos tiempos? Esos materiales fueron enviados para su estudio. Los líticos, como las cuentas de collar, y los metales, fueron llevados a Tucumán. Se sabe que de los metales no se pudo sacar información debido a que se encontraban muy corroídos y erosionados. Hoy se supone que están en la provincia.

La familia no sabe cómo será el museo, aunque se espera la asesoría pertinente. Tampoco saben sobre lo qué se hará con la información que surja de este hallazgo arqueológico que tiene características peculiares por tratarse de una zona cerrada por pircas, con enterratorios y depósitos en las vasijas grandes. Los fechados se entiende que ya están listos, y han escuchado que se quiere hacer un libro, pero tanto lo que se sabe sobre el hallazgo como lo que se hará con estos estudios no les fue informado, planteando otra de las cuestiones: ¿quién es el propietario del conocimiento?

Hay legislación vigente pero también normas de urbanidad para con los anfitriones, ya sea de una excavación arqueológica como de una invitación a cenar. Estas relaciones, además de haber dejado a la familia que pretendía ampliar su casa con dos años de demora, hacen a una realidad que, en la Quebrada de Humahuaca, es de suma importancia. Hablamos de la relación entre los científicos y la comunidad, que poco costaría que fuera más transparente.
Los abuelos solían no decir nada de lo que encontraban en sus tierras, parte por temor al robo, popularmente conocido como waqueo, y parte por respeto a los antiguos, cuyas cosas, se entendía, debían descansar donde se las dejaron. Por eso se las enterraba, se prohibía a los niños que las tocaran, y se chayaba el lugar. Si se les reclama que cambien estas costumbres, que también son saberes, ¿qué se hace para que este cambio sea posible?

Esta familia está formada por ocho integrantes que viven en dos habitaciones. Y lo que comenzó siendo la alegría de poder colaborar con el conocimiento de lo que fue la antigua Tilcara, la anterior a la cultura del Pucará, la que acaso sólo tuviera noticias de los incas y ninguna de los españoles, un mundo en el que los trabajos en cerámica fueron variados y esmerados, se fue convirtiendo en un inconveniente.
En tanto, las grandes ollas siguen allí, sujetas con cinta y sin restaurar. Las tumbas están vacías. Los propietarios, sin terminar de ampliar su vivienda, pero nos muestran, sentados en un montículo de tierra en el fondo de su casa, una cabeza de ave de cerámica y nos preguntamos juntos si se trata de una lechuza y si llevaría algún adorno en los orificios, y de un cilindro de arcilla negra por acción del fuego sospechamos una boquilla de pipa.

Sin duda que habrá respuestas. Las habrá desde lo científico, en cuanto resultados de la investigación. Puede ser que los escuchen los participantes de algún congreso. Y habrá respuestas desde lo personal e institucional, deslindando responsabilidades o aclarando tiempos y modos.
Solange Fernández do Río, arqueóloga becada por el Conicet, dice: "tuvimos la posibilidad de hacer las cosas bien, acaso por primera vez. Siempre hubo problemas con los hallazgos, y parece que otra vez se olvidan de la gente. A veces ni somos capaces de devolver una pieza que ya fue estudiada, cuando los depósitos de los museos están llenos de cosas".
 

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