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El Gobierno logró la sanción del Presupuesto 2026 con una votación categórica en el Senado. A los 21 senadores de La Libertad Avanza sumó los diez del radicalismo y tres del PRO. Además, los acuerdos con gobernadores de distintos signos le garantizaron otros doce senadores, además de tres peronistas.
De ese modo, Javier Milei cerró un año con un logro central: contar con un núcleo parlamentario en ambas cámaras del Congreso que le garanticen la gobernabilidad por dos años. Pero no se trata de votos propios, ni de aliados automáticos. Son socios circunstanciales a los que deberá cuidar trabajando con seriedad y sin pensar que ya está todo ganado.
La salteña Flavia Royón fue clara cuando destacó elocuentemente que "es imprescindible sancionar el presupuesto, pero mi voto no es un cheque en blanco".
Los socios de esta alianza del viernes en el Senado, así como la de Diputados, la semana anterior, ratificaron que no van a acompañar un cercenamiento a los recursos para la discapacidad ni la distorsión del financiamiento educativo.
La tragedia educativa
La "tragedia educativa", tal el título del libro escrito en 1999 por Guillermo Jaim Etcheverry sigue vigente y se ha profundizado en los 26 años transcurridos, tal como lo reflejan los informes de Argentinos por la Educación. Y esto es responsabilidad del Estado, como lo es el financiamiento y el sostenimiento de las universidades estatales. La educación es pública, aunque haya colegios privados. La misma educación para todos los niños y jóvenes. Ese es el ideal trazado por Alberdi y Sarmiento, y una de las políticas de Estado más valoradas por los argentinos. Por cierto, la ideologización y los paros políticos sostenidos desde hace décadas, además del descuido de la formación profesional y del ejercicio de la tarea de maestros y profesores han terminado degradando a la escuela pública y creando un sistema educativo que discrimina entre ricos y pobres.
Esa es la tarea que el Ejecutivo no puede descuidar, gobierne quien gobierne; y los legisladores, tampoco.
En otras palabras, el déficit cero no debe alcanzarse al costo de la calidad educativa, porque sería garantizar un déficit social inmanejable e irreparable. Lo mismo vale para los universitarios, la investigación científica y los ingresos de los jubilados.
Milei y su gobierno no pueden desentenderse de una crisis de arrastre que lleva, por lo menos, cuarenta años. Porque si lo hace, lo pagará con la pérdida de apoyo.
El país federal
Está claro que con las provincias el gobierno debe entablar un vínculo institucional muy serio. Un acuerdo para aprobar el Presupuesto puede ser el resultado de una negociación muy puntual y particular. Pero el financiamiento de los Estados provinciales, las obras públicas en materia de infraestructura, el desarrollo de polos industriales, tecnológicos o de logística necesitan de un replanteo del pacto federal. Los reclamos de los gobernadores no son arbitrarios. Las necesidades existen, pero para lograrlo es necesario establecer reglas claras de juego.
En primer término, compartir la certeza de que el déficit cero es una condición para salir del empantanamiento productivo, es decir, decidirse entre todos a terminar con el Estado empleador de última (o primera instancia) que es el fundamento del clientelismo. O sea que el Gobierno y las provincias deben crear las condiciones para generar empleo genuino. La optimización del gasto es responsabilidad de ambas partes.
Para que esto ocurra es imprescindible una reforma tributaria que elimine gravámenes regresivos y superpuestos, que se establezca un sistema de recaudación y coparticipación acorde con la producción y las necesidades sociales y que se elimine cualquier forma de discrecionalidad en la distribución del ingreso.
Si no se avanza en esa dirección, no habrá equilibrio fiscal ni equilibrio social, y tampoco se podrá seguir creyendo que la Argentina es un país federal.
Estamos en tiempos de cambios, y es necesario prepararse para afrontarlos.
La economía real
En el presupuesto 2026 queda en claro que la motosierra es un símbolo. Pero un símbolo poco feliz, porque los compromisos que impone la Constitución Nacional no se pueden cumplir con recortes a mansalva. Como tampoco con emisiones a mansalva.
El éxito, a veces, marea y confunde, pero construir el país va a exigir un trabajo profundo, que no se logra con groserías y provocaciones (de izquierda y derecha) en las redes sociales.
A pesar de la ayuda de Donald Trump, el Riesgo País argentino sigue estando entre los más altos de Latinoamérica. La estabilidad cambiaria sigue siendo un índice de la sobrevaluación del peso frente al dólar, aunque nuestra moneda sigue subvaluada ante los precios y costos en el mercado de consumo argentino. Y así va a ser si no se potencia la actividad productiva e industrial, y el comercio exterior.
La fórmula de cuidar solo esos dos factores financieros no alcanza para satisfacer la enorme demanda de la economía real. Y ese es el viraje que debe hacer el país.
Es una tarea difícil, porque, aunque algunos datos oficiales indiquen que la pobreza de ingresos retrocede y la ocupación aumenta, lo cierto es que el cuentapropismo y el empleo, ambos en la informalidad, crecen mientras que el sistema registrado retrocede.
El gran desafío es el desarrollo. El logro de un acuerdo parlamentario, como el que dio luz al Presupuesto 2026 y la ley de presunción de inocencia fiscal, solo tendrá sentido si es seguido de una toma de conciencia de los enormes riesgos que se asoman para el país en estos tiempos de cambio y, en consecuencia, exista la posibilidad de un acuerdo federal, en serio.