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Una mirada somera a los números dejados por las elecciones regionales del domingo en Venezuela lleva a una conclusión inevitable: la oposición sufrió una dura derrota perjudicada por la baja participación (53%). Además de los exchavistas Liborio Guarulla en Amazonas y Henry Falcón en Lara, en la oposición solo salvó su honor Henrique Capriles en Miranda. Los tres son percibidos como una nueva forma de enfrentarse al chavismo más allá de los partidos políticos tradicionales. Las otras 20 gobernaciones cayeron a manos de los candidatos del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), once de ellos exmilitares muy cercanos al presidente Hugo Chávez. Al conocer los malos resultados, la oposición salió a denunciar el abuso de poder al supuestamente valerse la maquinaria propagandística chavista de recursos públicos. También denunciaron la fecha elegida, en vacaciones decembrinas, para propiciar la baja participación. Entre los númerosos análisis que deja la jornada hay otros elementos que explican una diferencia de 13 puntos porcentuales a nivel nacional -dos más que en las presidenciales de octubre- entre ellos lo disciplinado del voto chavista y la desconfianza de parte del voto opositor en el Consejo Nacional Electoral (CNE). Y tampoco hay que olvidar el factor local para explicar lo acontecido, por ejemplo, en Zulia, donde Pablo Pérez, uno de los más destacados líderes opositores, no fue capaz de renovar la gobernación ante Francisco Arias Cárdenas y la abstención no fue tan alta (38%). Lo preocupante para los opositores debe ser una de las lecturas que hay detrás de -por ejemplo- las victorias de los “paracaidistas”: exministros como Henry Rangel Silva (81,7%) en Trujillo o Tareck el Aissami (55%) en Aragua, se impusieron en estados de donde no son originarios. La conclusión: el mero aval del presidente Hugo Chávez es de hecho un factor electoral determinante. Y sin descartar próximamente una elección presidencial con un candidato que no sea el propio mandatario, el análisis opositor puede ser de lo más pesimista.
La abstención
La escasa participación era algo que se veía venir desde primera hora. En Caracas, a las seis de la mañana, momento en que debían haber abierto los colegios, este corresponsal se encontró con uno sin votantes aguardando, otro con menos de una decena y un tercero con unos 40. Eso, en una zona de mayoría opositora, suponía un contraste enorme con las larguísimas colas que había formadas por toda la capital venezolana desde antes de antes de las cinco de la mañana en las pasadas presidenciales. Esa comparación de la participación en presidenciales y regionales es cierto que siempre fue así, pero mientras las filas chavistas se daban a la tarea de acompañar al menos a diez simpatizantes a votar (uno por diez), en las zonas opositoras sólo se veían caras largas y lamentos. Los chavistas, valiéndose de mototaxistas y autobuses contratados para la ocasión, aprovechaban que no está prohibido trasladar a los electores. En los bastiones opositores, el ambiente era de preocupación y poca actividad. “Ya la gente no quiere salir a votar. Esto a mí me impresiona, hay miedo. Pero con quedarse en la casa no se logra nada, hay que salir a votar”, dijo Alfredo Escobar, ciudadano que acababa de votar en Chacao, Caracas. “Debe ser que están más interesados en viajar y no en ejercer su voto. La otra vez estaba lleno y ahora no hay nadie”, comentó otra votante de la misma zona, tradicional punto antichavista. En ese sentido, incluso el secretario ejecutivo de la Mesa de Unidad (MUD), Ramón Guillermo Aveldo, se quejó de “la fijación de una fecha diseñada para la abstención”. Sin embargo, en Zulia, la que probablemente fue la región donde la derrota opositora era menos esperada, la participación fue del 62%, bastante por encima de la media nacional. Para el periodista Vladimir Villegas, exdiputado ahora alejado del oficialismo, lo acontecido en Zulia se explica también por “las contradicciones internas” en el seno de la oposición y por las fuertes inversiones hechas por el gobierno central. “Dan recursos a corporaciones para generar instancias paralelas de gobierno, que hacen labores que deberían estar en manos de la gobernación y por eso se producen estas cosas”, dijo Villegas.