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Esta semana pudo verse con gran nitidez cómo la Casa Rosada avanzó en la iniciativa de una reforma constitucional el mismo día que la atención estaba centrada en la Cámara de Diputados, donde el proyecto oficial recibió una comodísima media sanción. Además, el masivo acto de Cristina en Vélez -un día después del de Hugo Moyano- estuvo atravesado por la euforia estatista del momento.
Pero las buenas noticias para el kirchnerismo, o al menos para parte de él, no se terminaron con la repercusión del tema YPF. El apartamiento definitivo del juez Daniel Rafecas de la causa Ciccone fue recibido por Amado Boudou como un premio de mayúscula dimensión. Es que con el cambio de magistrado crecen seriamente las chances de que la causa que involucra al vicepresidente y varios funcionarios “K” entre en una parálisis muy funcional a los intereses de todos ellos. Mientras, y pese a que aún se desconoce su propietario y el vínculo entre Alejandro Vandenbroele y Boudou, Ciccone ya está autorizada a imprimir un tercio de todos los billetes que se usarán en el año.
La expropiación de YPF le trajo un aire al Gobierno que solo una medida de tamaña envergadura podría generarle en momentos cuando los números de la economía se enfriaban y la causa Ciccone acaparaba toda la atención. Corrió por izquierda al Frente Amplio Progresista y la UCR y consiguió varios votos de la derecha. Incluso, el miércoles quedó bien en claro la incomodidad de muchos ultraopositores por no acompañar la propuesta. La Coalición Cívica de Elisa Carrió, que jamás respalda un proyecto kirchnerista, decidió abstenerse en el Senado y votar dividida en Diputados.
En medio del desconcierto generalizado de la oposición, el Gobierno parece ni siquiera estar pagando los costos políticos por lo improvisado de la medida. Esta semana la expropiación será ley y aún se desconocen los fondos con los que se pagará la indemnización a Repsol y cuáles serán los capitales extranjeros que se sumarán a la petrolera.
Las encuestas de opinión tampoco reflejan un repudio generalizado a la nueva conducción de YPF, encabezada ni más ni menos que por Julio De Vido, responsable directo de la debacle energética de la Argentina. “Vemos que los errores que cometimos, que fueron muchos en esta materia, quedaron licuados detrás de la desinversión de YPF. Eso nos da un impulso para corregir las políticas sin terminar de admitir nuestras responsabilidades”, explicó, por lo bajo, un dirigente muy cercano a la Presidenta.
El momento
El kirchnerismo quiere aprovechar esta ola de positivismo para ir un paso más allá de lo que se conoce públicamente. La sola instalación de una reforma constitucional en momentos en los que Cristina no tiene sucesor a la vista, y en medio de un desprestigio enorme de su vicepresidente, abre en la sociedad todo tipo de suspicacias.
Ocurre que primero fueron algunos legisladores (Diana Conti, Carlos Kunkel y Edgardo Depetri) los que empezaron con la idea de una “Cristina eterna”; pero luego se les sumaron el vicegobernador bonaerense, Gabriel Mariotto, y el vicepresidente Boudou. Lo que no queda claro todavía es si la mandataria realmente estará dispuesta a pasar por un proceso desgastante como el de una reforma para incluir la reelección indefinida.
Sea como fuere, esa decisión se tomará recién después de las legislativas de 2013, en las que el Gobierno se juega la mayoría parlamentaria para poder impulsar las modificaciones que eventualmente desee.
Con la misma lógica de suspenso e indirectas con las que se movieron siempre los Kirchner para generar expectativas en la sociedad, la Presidenta dijo anteayer en Vélez -con cero inocencia- que no es “eterna” y que los jóvenes son “los custodios del legado”. ¿Eso quiere decir que desistirá de una reelección? Para nada, ya que ella no fija plazos de esa no eternidad. Sin embargo, podría leerse también entre líneas como una admisión de que su ciclo estaría llegando a su fin. En síntesis, el globo de ensayo de siempre.
Un dato que puede ayudar a hacer una anticipación política de cara a 2015, pero que no confirma nada, es la casi segura candidatura de Máximo Kirchner a diputado.
Si Cristina no estaría pensando en él para cargos de más relevancia, para qué exponerlo a una sarta de cuestionamientos por una simple banca legislativa. Aunque también podría ocurrir otra cosa: que Cristina quiera un Kirchner en las boletas de 2013 pensando que eso atraería más votos y sumaría a más legisladores a su causa. Todo puede ser.