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España está de nuevo en el centro de mira de los mercados, que siguen dudando de su capacidad para asumir sola sus compromisos financieros, especialmente ahora que tiene que acudir en ayuda de bancos y comunidades autónomas y en plena recesión.
Los inversores no dan ni un día de respiro al país, que ve cómo se acumulan las malas noticias económicas. Ayer el Banco de España anunció que la economía, que entró en recesión en el primer trimestre de este año con un retroceso de 0,3% del PIB, seguirá cayendo en el segundo, confirmando una tendencia avanzada por el Gobierno.
A esto se sumaron los datos provisionales de ventas al por menor en el mes de abril en España, que cayeron un 9,8%, su mayor bajada mensual desde 2003, lo que confirma la debilidad de la economía.
En este contexto pesimista, los inversores continuaban huyendo tanto de las empresas españolas -con una caída de la bolsa de 2,34% al cierre- como de la deuda pública del país, cuya prima de riesgo volvió a batir récords por la mañana, alcanzando 515,5 puntos, antes de caer a los 508,4 puntos.
La desconfianza de los mercados se debe a que, pese a la recesión, el Gobierno se ve obligado a actuar en varios frentes, para acudir en ayuda de su sector bancario y de los ejecutivos regionales, ambos debilitados por el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008.