En su libro “Los gauchos de Güemes. Guerras de independencia y conflicto social”, la doctora Sara Emilia Mata señala los primeros vestigios revolucionarios de la sociedad local. El despertar revolucionario salteño -describe- exhibe los pormenores de una convulsión política, que despliega las tensiones sociales acumuladas en los últimos tramos del orden colonial, conmovido por las rebeliones indígenas altoperuanas, la resistencia de las elites urbanas a los nuevos funcionarios borbónicos que cercenaron las autonomías locales, y la crisis de los circuitos mercantiles que hizo tambalear la prosperidad de los clanes familiares enriquecidos con el comercio mular.
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En su libro “Los gauchos de Güemes. Guerras de independencia y conflicto social”, la doctora Sara Emilia Mata señala los primeros vestigios revolucionarios de la sociedad local. El despertar revolucionario salteño -describe- exhibe los pormenores de una convulsión política, que despliega las tensiones sociales acumuladas en los últimos tramos del orden colonial, conmovido por las rebeliones indígenas altoperuanas, la resistencia de las elites urbanas a los nuevos funcionarios borbónicos que cercenaron las autonomías locales, y la crisis de los circuitos mercantiles que hizo tambalear la prosperidad de los clanes familiares enriquecidos con el comercio mular.
Será justamente la vinculación comercial, social y familiar con el espacio altoperuano la que facilitó el avance de las tropas realistas a Salta en el curso de 1812, el restablecimiento del pendón real y la jura de la constitución gaditana al despuntar 1813. El casi inmediato triunfo del ejército de Belgrano en la célebre batalla del 20 de febrero no solo introdujo un giro decisivo a favor de la revolución, sino que, además, activó un proceso de movilización miliciana inédito que envolvió a la plebe urbana y alcanzó al paisanaje rural. Esa experiencia política colectiva y la resistencia campesina ante el despojo de sus bienes por parte de las tropas dirigidas por el jefe realista Joaquín de la Pezuela, no solo estaría destinada a consolidar la opción revolucionaria entre los sectores plebeyos urbanos y rurales, sino que, además, convirtió la guerra de guerrillas en estrategia eficaz para esmerilar el poder realista en Salta y su área de influencia, y a Güemes en su único jefe militar.
Sobre la importancia que el héroe salteño tuvo en los planes sanmartinianos, apunta que “el ascenso de Güemes a partir de 1814 resulta entonces correlativo a la movilización miliciana y a la afirmación del poder revolucionario en la flamante provincia. Convertido por orden del coronel José de San Martín en comandante de avanzada del Ejército Auxiliar, el líder salteño activó los vínculos con vastos contingentes de hombres movilizados que incluían a negros, mulatos y pardos, algunos esclavos, tributarios indios de procedencia altoperuana, “españoles” o blancos pobres y mestizos... El poder de Gemes resulta condicionado tanto por la densa red de jefaturas militares, sociales y territoriales intermedias, como también resulta tributario de las concesiones o beneficios que vertebraban las complejas relaciones de mando y obediencia entre el líder y sus bases gauchas.
La fuerza gaucha
Fue tal la fuerza de las milicias populares organizadas por Güemes, que sin dudas merecen un párrafo aparte. “El margen de autonomía desplegado por la maquinaria miliciana local frente a los oficiales del ejército porteño se convirtió en motivo de atracción adicional de adhesión a Güemes. Crea un cuerpo de milicianos fieles a su órbita: la División de Gauchos de Línea Infernales, que estaría destinada a constituirse en cantera de profesionalización militar...”.
Acerca de la importancia del Norte en la consecución de la independencia, expresa: “Ni Jujuy ni tampoco Salta dejaron de representar un espacio estratégico para quienes bregaban por sofocar a los insurgentes porteños; ello explica no solo el liderazgo del salteño en el espacio altoperuano posterior a 1817, sino también la última incursión realista en la jurisdicción salteña en 1820. Pero para ese entonces el clima era distinto: la pulverización de las Provincias Unidas, la precariedad fiscal para soportar los costos de la guerra, la creciente oposición de las elites salto-jujeñas urgidas por restablecer el orden social en la campaña y el comercio con el Perú, y la deslealtad de antiguos compañeros de ruta en la carrera de la revolución, desmenuzaron las bases de su poder. Determinaron el quiebre definitivo de una veloz y fascinante trayectoria política y militar”, relata la historiadora.