inicia sesión o regístrate.
¿Es duro vivir en el campo?
Y bueno, sí. Pero es más lindo que la ciudad. Aquí no hace calor. Yo no aguanto la ciudad, aquí nomás estoy bien. Acá es lindo pues ¿No ve? Me gusta salir al cerro, con mi perrito. No lo cambio al campo. La ciudad es diferente, hace calor y llueve mucho.
¿Pero es feliz viviendo acá?
No tan feliz, porque muchas veces me paso aburrida, sola. Mi marido no viene, ta para arriba con la hacienda y yo la paso sola. Más que estoy enferma, no puedo caminar. Yo estaría con mi hacienda y él estaría aquí. Como yo no puedo caminar él se va y yo me quedo. Veo la casa, cuido todo.
¿Qué le gusta hacer?
Estar para el campo, yo pienso, pero no puedo. Me gustaba cantar y bailar para el carnaval. Pero años, años ya, ahora no. Era coplera, pero ya me he olvidado todo. Sabíamos amanecernos bailando, cantando, allá para el lado de Las Cuevas. Pero aquí ya no. Era lindo pues. Tropas de gente andaban por ahí. En una casa, después en otra casa. Comíamos asado, queso, vino, chicha, todo pues. Antes eran muchos los que andaban bagualeando. Sabía haber diversiones. Se amanecían cantando y bailando. Ya ha muerto esa gente. Los changos ya se fueron a la ciudad, se han casado y se han ido con su familia. Mi marido tiene 78 años y yo tengo 80. Ya estamos viejos, que va hacer uno cantando.
Reina Isabel Olmos acepta unos cigarrillos y se llena los bolsillos con unos montoncitos de coca. “Con esto se pasa mejor el tiempo señor, hacen bien para la soledad ¿qué no?”, dice. Esperará en el abra del cerrito que está junto a las casas y de espaldas al nevado el momento que más la llena de alegría. En cinco días verá bajar su majadita, acompasada por los gritos del gaucho Pedro Cruz, seguida de cerca por los perros pastores. Son las cosas que la hacen sentir una reina.