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El pasado 26 de mayo, el lector Carlos Botteri publicó una carta en la que me acusa de ligereza, en mis opiniones relativas a la iniciativa del concejal Avila sobre el monumento a los combatientes de Manchala.
Es necesario responder para aclarar conceptos, a fin de justificar su afirmación de que durante los años del proceso en Argentina hubo una guerra.
Sea por desconocimiento o por otra motivación, niega la existencia del Plan Cóndor, cuando la misma fue corroborada mediante la desclasificación de archivos del Departamento de Estado de EEUU, existiendo incluso correspondencia con el membrete del Plan Cóndor, firmada por Henry Kissinger, según investigaciones de la periodista Mirta Mántaras (“Genocidio en Argentina”, págs. 180-186).
La existencia de este plan salió a luz por actuación de la Justicia de Paraguay en 1992, y la confirmación de EEUU vio la luz en 2004.
Por otra parte, en Argentina los militares golpistas tomaron el Estado por asalto, actuando al margen de los mecanismos constitucionales, violando los tratados internacionales que rigen el derecho humanitario de guerra (para muestra basta un botón: en la causa 13/84 se expresa que “se ha aprobado que las víctimas estaban inermes, privadas de su libertad, que los disparos homicidas se produjeron "a boca de jarro', y que luego de la eliminación, en la mayoría de los casos, se simularon enfrentamientos con el propósito de hacerla parecer una respuesta a una agresión ilegítima”).
Por lo tanto, el lector póngale el nombre que quiera, pero en Argentina no hubo una guerra en el sentido técnico de la palabra, sino un quiebre del orden constitucional por parte de una facción armada que tomó por asalto el Estado y lo utilizó para eliminar a un importante número de civiles, violando todo el sistema jurídico nacional e internacional.
Dr. Pablo José Funoll
Ciudad