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Los observadores de la ONU desplegados en Siria lograron acceder a la aldea donde se produjo la masacre el pasado miércoles, después de que ayer el Ejército sirio impidiera la entrada a Al Qubeir, en la provincia central de Hama, e incluso fueran blanco de un ataque a tiros en la cercana localidad de Morek. El equipo examinará directamente la zona donde murieron víctimas de la represión al menos 80 civiles, entre ellos 22 menores y 20 mujeres. Otras 30 personas fueron secuestradas y se encuentran con paradero desconocido. Todavía existe disparidad sobre la cifra de víctimas. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos la reduce a 49 y grupos como la Comisión General de la Revolución Siria y los Comités de Coordinación Local documentaron 78 fallecidos. Mientras tanto, decenas de personas han tomado las calles para manifestarse contra el régimen de Al Asad. En Damasco, una vez más, se han producido luchas armadas entre las fuerzas de seguridad y los rebeldes.
En el barrio de Mezze, los vecinos tuvieron que esconderse en sus hogares, mientras se oían disparos en el exterior. “El sonido de los tiros es tan fuerte que creo que alguna bala podría haber alcanzado mi casa”, señaló un vecino. A primera hora de ayer, un coche bomba explotó en Qadsiyam, Damasco, causando la muerte a dos miembros de las fuerzas de seguridad. El consejero de comunicación del opositor Ejército Libre Sirio (ELS) dentro del país, Fahd al Masri, aseguró en un comunicado que sobre las 14, hora local (11 hora GMT), tres tanques se dirigieron a Al Qubeir, que tiene unas 25 viviendas, y la bombardearon.
Una hora después, varios coches y autobuses con “shabiha” (milicias progubernamentales) irrumpieron en la aldea y ejecutaron a sus residentes con cuchillos, entre ellos a 35 miembros de la familia Al Yatim.