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La educación del soberano

Sabado, 28 de julio de 2012 22:23
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El ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, opinó esta semana que la toma de los colegios por parte de los alumnos es una expresión de cultura democrática. En realidad, la cultura democrática y republicana no debe ser confundida con activismo. Además, el orden jurídico y el sentido común indican que los establecimientos educativos fueron creados para estudiar.

Con el deterioro de la disciplina escolar, los más perjudicados son los hijos de familias con menos recursos.

La institución escolar -laica, gratuita y estatal- fue creada en la segunda mitad del siglo diecinueve con el propósito de formar a las generaciones jóvenes y de incluir a todos los niños y adolescentes en un mismo sistema educativo, cualquiera fuera su condición social o religiosa. Esa escuela trazó la diferencia educativa entre la Argentina y el resto de nuestra región. Hoy, la relación se ha invertido.

Los procesos de inclusión social más formidables se registran en los países europeos y asiáticos que apostaron a una educación pública universal de excelencia, con más días de clases y doble jornada.

La Argentina abandonó hace tiempo ese derrotero. Hoy es abismal la fractura entre la educación que reciben los niños de clase media y alta y los de los sectores con menos ingresos, reflejo del proceso de deterioro social que nuestro país viene sufriendo desde hace cuatro décadas. El Estado, no solo los gobiernos, debe empezar a mirar la realidad educativa desde otro perfil, sin tratar de agradar a pequeños sectores y pensando la escuela como un patrimonio social.

Cerca del 44% de los niños de 3 a 5 años no acceden a la educación inicial y solo 31 niños de cada 100 que ingresan a la primaria finalizan el ciclo secundario. Las evaluaciones internacionales muestran que el nivel de aprendizaje de los jóvenes argentinos está claramente por debajo de Chile, México y Uruguay.

La ley nacional de educación establece como objetivo una escuela pública con doble jornada, más días de clases y enseñanzas no convencionales.

Hoy, las familias de clase media y alta se ocupan de que sus hijos, dentro o fuera de la escuela, estudien idiomas, artes y tecnologías, practiquen deportes y, si es necesario, que tengan apoyo escolar si lo necesitan.

La ley contempla eso para todos los niños pero la realidad concreta es que la escuela pública no lo garantiza. Por este camino, sin una educación sólida y universal, la Argentina seguirá retrocediendo.

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