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La interna de la CGT, de la que el Gobierno es parte activa, dejó a la Casa Rosada en un incómodo lugar: el de la decisión final. Tomada tiene definido hace rato declarar nula la convocatoria para el 12 de julio, pero necesitaba mostrar que su intención inicial era la de no meterse en el conflicto.
Fue por eso que ayer convocó públicamente a las dos partes enfrentadas, al tanto de que un acuerdo era imposible. El Gobierno sabe que Moyano usará esa nulidad en forma de victimización para exhibir que Cristina se inmiscuye en decisiones que deberían ser propias de los trabajadores.
Así, continuará con la estrategia de radicalizar su oposición ante el kirchnerismo, el mismo al que reivindicó durante ocho años. La fractura de la CGT es la crónica de una muerte anunciada. A Moyano le sirve para mantener protagonismo y a los “gordos” e “independientes” para recuperar peso en la central obrera. ¿Al Gobierno le sirve? Según cómo se mire.
Una CGT unida tiene más fuerza que una dividida, pero en tiempos de conflicto social, la falta de un interlocutor único puede provocar desbordes impensados.