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Confirmaron el procesamiento de Morcillo Castillo

Viernes, 06 de julio de 2012 23:07
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El Tribunal de Impugnación Sala I del Poder Judicial de Salta, integrado por los magistrados Raúl Román y Adolfo Antonio Figueroa, rechazó el pedido de sobreseimiento del stripper Cristian Jesús Morcillo Castillo, dejando en firme así, la última resolución del juez de Instrucción Formal 3, Pablo Farah, quien lo sindicaba como encubridor, en el caso del asesinato del profesor universitario Diego Esper.
El docente fue hallado muerto el 16 de septiembre de 2010 en su departamento de la calle Deán Funes al 300, víctima de un mazazo que le fracturó la cabeza y le produjo una muerte casi instantánea.
Las pericias médicas forenses indicaron que Esper fue brutalmente atacado aproximadamente cuatro días antes, entre la noche del 10 de ese mes y la madrugada del día siguiente.
 

Las investigaciones posteriores, con intervenciones telefónicas y trabajos de rastreo de e-mails y chats, determinaron que Esper había comenzado a mantener un contacto extremo con el camionero catamarqueño Benjamín Suárez, un hombre de poco más de 30 años y 160 kilogramos de peso, que hacía ostentación de su bisexualidad.
Con el correr del tiempo, las pruebas fueron tan abrumadoras que fue detenido y acusado de ser el autor material del hecho.
Entre los documentos probatorios presentados por la Policía, figura la filmación de la cámara de seguridad de un edificio situado en inmediaciones del departamento de Esper, donde se lo ve a Suárez -oriundo de Santa María de Catamarca- ingresando al hall de ese inmueble, munido de un elemento contundente.
La instrucción del caso logró determinar también que Morcillo Castillo, quien había sido hasta días antes del hecho de sangre una de las parejas del profesor, no tenía vinculación alguna con el camionero pero que sí estuvo en la escena del crimen, con posterioridad al hecho.
 

Todos los elementos recopilados indican que el stripper, quien es oriundo de Tartagal, habría ingresado al departamento del docente fallecido -tenía un juego de llaves- y se encontró con una tétrica escena: el cadáver sin vida, con el cráneo destruido, tirado boca abajo sobre su cama. Impactado, modificó, según las pericias, la escena del crimen, llevándose todas las cosas personales que pudieran comprometerlo y se fue a Tartagal.
Poco después, la Policía le secuestró, en la pieza que alquilaba en la calle Güemes al 100, una remera en la que había material genético de un desconocido. El mismo ADN que fue encontrado en unas zapatillas y unas frazadas halladas en la casa de la víctima, lo que prueba que estuvo en el lugar y que cometió el delito de encubrimiento no por tapar al autor material sino porque modificó el escenario del crimen.
 

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