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20 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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La música, la libertad y la amistad, las herencias de Chavela Vargas

Sabado, 11 de agosto de 2012 22:56
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El cerro Tepozteco, en Tepoztlán (México), es un lugar mágico, meca de peregrinos que llegan para ascenderlo en busca de energía y misticismo. El Chalchi es otro cerro vecino, de similares características. Allí, a unos pasos de ambas laderas, vivía Chavela Vargas, una mujer que, como la tierra que habitó, se volvió leyenda. En ese paisaje matizado de verdes se esparcirán sus cenizas. Isabel Vargas Lizano, “la Chavela”, murió el domingo pasado, a los 93 años. Amiga de Pablo Picasso, de Frida Kahlo y de Diego Rivera, fue un mito de la canción latina.

Intrépida, supo desafiar prejuicios y convenciones. Y con su canto quebrado fue capaz de desatar tormentas y conmover hasta las piedras. El destino que la llevó, de resbalón en resbalón, a transitar la gloria y también la miseria, la puso en el camino de una salteña que tuvo mucho que ver con su desembarco en Buenos Aires... y con su paso fugaz por Salta.

En su última comunicación telefónica, unos días antes de que Chavela partiera rumbo a Madrid a presentar “La luna grande”, disco que grabó en homenaje a Federico García Lorca, la Negra Chagra habló con ella sobre ese viaje tan esperado, sobre sus ganas de volver a la Argentina y también sobre las cosas simples que le hilvanaban los días en su casita de Tepoztlán. “Hablamos sobre las enfermeras que la cuidaban, su salud y la perra Lola, que era su debilidad”, contó Chagra a El Tribuno.

La cantante salteña fue uno de los afectos más firmes que Chavela cosechó en su paso por Argentina, a partir de 1999. Desde entonces, la Negra estuvo invitada a todos los homenajes que se le hicieron en México a la intérprete de piezas antológicas como “Vámonos”, “Macorina”, “El último trago”, “Que te vaya bonito” y “La llorona”. Compartió escenario con Chavela en 2009, cuando presentó su disco “Por mi culpa”. Y el 17 de abril pasado brindó con ella en La Monina, el predio donde Chavela alquilaba su casita, en Tepoztlán, por su cumpleaños número 93. “Estaba muy contenta porque estaban todos sus amigos, que eran su familia. Decía que un amigo vale más que un brillante y un amante, porque con un amigo te podés quejar, con un amante, no”, recordó la Negra.

Chavela no tenía hijos. Sobre su elección sexual, que siempre fue un secreto a voces, se pronunció abiertamente en el 2000, haciendo uso de su libertad ante una cámara de la televisión colombiana. “Ella asumió su sexualidad y tuvo que lidiar con la mentalidad cerrada de una época y una región. Pero era una persona muy reservada al respecto. No andaba contando historias privadas acerca de las personalidades que pudieron haber estado con ella. Era muy respetuosa”, comentó la Negra.

La salteña y la mexicana (por adopción, pues había nacido en Costa Rica) se conocieron en 1999. “Mi compañero, Gustavo Gianetti, la trajo las dos primeras veces que cantó en Argentina. Dio recitales en el Opera y el Gran Rex”, recordó Chagra. Aunque su ángel había conquistado ya a gran parte de Latinoamérica, Chavela recién debutó en nuestro país a los 80 años, cuando ya contaba con 4 décadas de trayectoria.

En su segundo viaje, en 2002, Chavela cantó dos veces en Buenos Aires y, antes de una tercera presentación en Córdoba, le pidió a la Negra que la trajera a Salta. Quería conocer la tierra de Jaime Dávalos, Manuel J. Castilla, Eduardo Falú y el Cuchi Leguizamón, compositores que ella conocía bien. “Le gustaba mucho "Vidala del nombrador', por ejemplo. Y la cantaba de una manera estremecedora”, contó la Negra.

En medio de un manto de silencio, porque el objetivo del viaje era que descansara, Chavela llegó a Salta: “Tuvimos salidas muy íntimas, en grupos pequeños de amigos. Fuimos al cerro San Bernardo, a San Lorenzo; caminábamos por la peatonal muy tempranito... Chavela encontró a Salta muy parecida a Tepoztlan y siempre quiso volver”.

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