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Al rojo vivo, late el corazón de la “maquinita” de imprimir. No se detiene y las horas extras no alcanzan para satisfacer la producción de billetes, que desde hace un tiempo se incrementó de manera constante en la economía. El avance no tuvo precedentes en estas últimas dos décadas de la Argentina. Desde el 10 de diciembre de 2007, cuando Cristina Fernández asumió la Presidencia de la Nación, la cantidad circulante de billetes de $ 100 en el sistema pasó de los 582,3 millones de unidades (multiplicado por cien representaban $ 58.230 millones) a los 1.523 millones de unidades actuales (equivalente a $ 152.350 millones). La comparación es sólo tomando los billetes de cien pesos. Algo menor sucede con los billetes de cincuenta pesos, aunque pasaron de 107,8 a 210,1 en cantidad, que multiplicado por cincuenta representan $ 5.390 millones y $ 10.505 millones, respectivamente (ver infografía). Y así sucesivamente ocurrió con las denominaciones menores, que también se incrementaron de manera doble. De esta manera de acuerdo a la cantidad de billetes de todas las denominaciones, en 2007 había en circulación 1,317 millones de unidades, que representaban un total de $ 68.314,4 millones, mientras que de acuerdo a información del Banco Central al mes de mayo de 2012 existían 2.794,2 millones de unidades (igual a $ 169.688 millones). Pero la plata no alcanza y el recalentamiento de la “maquinita” se debe a que la inflación se va comiendo la producción; es decir que la dinámica redujo el poder de compra del billete al punto de que, hoy sólo puede adquirirse con $ 100 lo mismo que, en diciembre de 2007, se consumía con menos de $ 50.
Más allá de lo que sostiene la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, cuando pronunció la frase polémica: “Es totalmente falso decir que la emisión genera inflación. Solamente en Argentina se mantiene esa idea de que la expansión de la cantidad de dinero genera inflación”.
En setiembre de 2008, y cuando el congreso estadounidense trataba el plan anticrisis, mientras al rojo vivo estaban las impresoras, se confirmaba que el invento base del desarrollo de los últimos dos siglos, era un canto de sirena para los gobernantes: las armas y la “maquinita”, eran los ejes de la conquista de cualquier soñador de poder. Pero a veces, el descontrol con que los gobiernos utilizan el sistema de crear papel dinero, les genera un espejismo en dónde las distintas denominaciones de la moneda van perdiendo su valor. Bastaría con decir que el billete más grande del país sufrió durante los últimos cuatro años el mayor deterioro en su poder de compra desde que emergió, hace exactamente 20 años.