¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
14°
13 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Me gusta lo que veo cuando miro atrás

Domingo, 05 de agosto de 2012 17:01
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Chavela Vargas es hoy una mujer de 90 años. Vive en Tepoztlán, un pueblo lleno de misticismo y tradición
ubicado 71 kilómetros al sur de la Ciudad de México. Ahí sus días transcurren casi idénticos, en una casa rodeada de verde y sombra. Chavela, la que arrancaba aplausos con su canto apasionado, la que imponía su presencia a fuerza de talento y de rebeldía, hoy es una anciana que ausculta la vida detrás de unos anteojos oscuros. En silla de ruedas y rodeada siempre de sus fieles enfermeras,“ La Vargas” rompe de vez en cuando el ritmo aletargado de sus tardes en Tepoztlán para asistir a algún homenaje, a algún espectáculo donde su figura vuelve a ser centro de devoción. Le ocurrió en abril pasado, cuando en su pueblo le rindieron tributo y entre los artistas invitados para cantar -y cantarle- estuvo la salteña “Negra”Chagra. Y le ocurrió el sábado 28 de noviembre, cuando en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara un auditorio repleto volvió a aplaudirla de pie, durante la presentación del libro “Las verdades de Chavela”(Océano, 2009).
Después de la estruendosa manifestación de afecto, la mítica intérprete de “La llorona” y “El último trago” volvió a su rutina de mañanas largas y siestas silenciosas, en un balcón de hotel, rodeado de verde, en Guadalajara. Hasta allí llegó El Tribuno, uno de los pocos medios que pudieron acceder a Chavela durante su corta estancia en tierra tapatía. Siempre sonriente, difuminada la mirada detrás de sus anteojos negros, la mujer de 90 años -dueña de una existencia tan intensa que, a la hora del repaso, parece multiplicarse en dos o tres- dijo, entre otras cosas:
 

¿Feliz de estar de nuevo en Guadalajara?
Sí, es una ciudad que me trae bonitos recuerdos. Había una señora, llamada Paz Cuesta, que siempre me invitaba a venir. Cuando ella se sentía nerviosa y triste decía: llamen a Chavela Vargas, mándenle la avioneta. Y venía yo a cantarle.


¿Y estás contenta con tu libro?
Sí, fíjate que sí. Es lo que yo quería.


¿Por qué te pareció importante hacer este libro?
Porque tenía algo que decir. No se podía quedar escondido. Las cosas hay que decirlas. Si las haces, dilas. A tu amigo o a una persona coincidente, cuéntale.
 

Acá en México sos considerada una leyenda viva. Pensaba que la mayoría de los mortales pasamos por la vida sin marcar caminos para el resto de la sociedad, como te ha tocado a vos. ¿Creés que ha sido tu destino?
Me siento muy orgullosa de esto. Se siente muy bonito. Se trabaja toda la vida para que digan de ti cuatro palabras, pero cuatro palabras muy importantes. Me encanta oír los comentarios que hoy hacen sobre mí.
 

¿Creés que son acertados?
Unos sí, otro no. Hay personas que no me conocen y dicen de mí una cantidad de tonterías. A mí me da risa que hablen de mí sin conocerme. Es una burla.
 

¿Es poca la gente que te conoce realmente?
Sí. Aunque estoy rodeada de mucha gente, poca es la gente que me conoce. Tuve amigos a los que siempre recuerdo, a los que extraño, como Diego Rivera, José Alfredo Jiménez, Frida Kahlo. Quisiera tenerlos aquí conmigo ahora. Nunca los olvido.


¿Y te hubiera gustado ser una mujer común?
No, todo se fue dando conforme caminaba. Mis pasos fueron dejando huellas. Ahí está la cosa hecha. Estoy
recogiendo los frutos de esta vida. Me gusta lo que veo cuando miro atrás.
 

Esa imagen de mujer fuerte y aguerrida que tuviste, ¿siempre fue real o en algún momento fue sólo una coraza para poder sobrevivir?
No, fue real. Todo en mi vida es real. Peleé y aquí estoy. Peleé con los grandes, con Pedro Infante, con Jorge Negrete. Me enfrenté con ellos en todos los sentidos y gané. Como mujer, como artista...
 

¿Pensaste alguna vez que ibas a llegar a los 90 años?
No, fíjate que no. Se siente muy raro.

Y todavía te falta...
Híjole, ya están inventando cosas raras. Ya empezaron a divagar ustedes (ríe).
 

¿Y cómo te llevás con la vejez?
Muy bien, para mí no es algo que me estorbe o que me dé vergüenza. Llevó mis 90 años con mucha honra y si Dios me presta la vida y le sigo adelante, ¡qué bueno!
 

¿Creés que la vida es esto, lo que vemos nada más?
Ah no, hay mucho que no entendemos y eso es muy bello. Es esa la parte más linda de la vida, la que no alcanzamos a comprender.
 

¿Qué preguntas no has podido contestarte a lo largo de la vida?
Todo el mundo tiene preguntas que no ha podido contestarse. Por ejemplo, con respecto a qué es lo que sigue. Yo no lo conozco ni le tengo miedo, pero presiento que es encantador. Sé que existe y tengo que pasar allá.
 

¿Y pensás de verdad que existe un cielo de los cantantes?
No, sería una locura; un lugar muy difícil de sobrellevar.
 

Siendo una figura pública y tan querida, ¿alguna vez tuviste que luchar contra vos misma para que no se te suba la vanidad a la cabeza?
Sí, muchas veces. Muchas veces me pregunté: ¿Quién eres? Hablé conmigo y salí con mucha vergüenza. Pero
ha pasado el tiempo y estoy con los pies bien puestos sobre el suelo.
 

El destino te ha relacionado con Salta a través de dos mujeres, Ana Gloria Moya y la “Negra” Chagra, que de una u otra manera han entrado en tu vida. ¿Qué me podés decir de estas dos señoras?
Son dos personajes encantadores. Ana Gloria es muy inteligente. Quizás no le han dado el lugar que merece,
pero ahí está ella, luchando. Me da mucho gusto. La “Negra” tiene una gran carrera. Es “la Negra Chagra”, la que canta bonito. Así van por la vida, una escribiendo y la otra cantando, siempre bonito las dos.
 

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD