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El año 2012 ha tenido tres variables que caracterizan el desempeño económico del país. En primer lugar, un crecimiento que no llega a 3% del PBI; en segundo término, una inflación que según estimaciones oficiales fue de 10% u 11%, mientras que el índice Congreso apunta a un 25% o 26%. Y tercero y último, la profundización del cepo cambiario con la intención de que el Gobierno obtenga los dólares necesarios para hacer frente principalmente a los compromisos internacionales de deuda y de importaciones de energía.
Ahora ya nos encontramos en principios de 2013 y abundan proyecciones económicas sobre lo que puede o no pasar este año. Proyecciones relacionadas con el precio del dólar, el aumento de los precios, el crecimiento del PBI, etc. son moneda corriente en estos días.
Sería importante tomar con cautela estas proyecciones dado que al margen de lo netamente económico, no se puede dejar de lado que el 2013 será principalmente un año político, y que esto es lo que determinará el escenario económico del año.
Siguiendo con este razonamiento, es que debemos dividir el año en tres etapas, que son las siguientes:
La primera comenzó ya a fines del año pasado y es de reacomodamientos en numerosos bienes y servicios. Es el momento en el cual se produce la puja distributiva entre distintos sectores para no perder ingresos en momentos en los cuales se reacomodan todos los precios. Así vemos incrementos en los precios de distintos bienes tanto a nivel nacional como provincial. Transporte, gas, alimentos, matrículas de colegios, medicinas prepagas, etc. son un ejemplo de suba en varios ámbitos económicos.
Un gran debate se está produciendo sobre el nivel de referencia que deberían tener las subas salariales. Existen ciertas pautas que apuntan a lograr, por parte del Gobierno nacional, que dichas subas se ubiquen alrededor del 20%. No es una buena noticia para los asalariados, pero sí es una forma que, según estima el Gobierno, es efectiva para reducir las presiones inflacionarias.
Como parte de esta negociación en los salarios, el Gobierno nacional participa de la misma con la probabilidad de modificar el impuesto a las Ganancias para atenuar y moderar las subas salariales y que de ese modo no impacten fuertemente en la inflación. La consigna es que todas las malas noticias económicas se produzcan en esta etapa. Debería durar hasta abril y mayo.
La segunda etapa comienza en mayo y junio y se extenderá hasta las elecciones. En este momento no debería haber ningún tipo de mala noticia, dado que ha comenzado el operativo de seducción de los votantes. Es netamente política. Deberían ser todas noticias económicas que tengan una muy buena acogida en la población dado que a los pocos meses son las elecciones en las cuales se juega mucho, tanto a nivel nacional como a nivel provincial. Las decisiones económicas antipopulares que no se tomaron en la etapa anterior, deberán esperar hasta después de las elecciones.
Por otro lado, durante esta etapa se debería potenciar la obra pública principalmente, noticias de aumentos a jubilados, asignación universal, planes sociales, etc. Estará en marcha a pleno el operativo atracción de votantes. El impacto en la economía de una política expansiva de gasto es positivo para todos, siempre y cuando se controle la inflación.
La tercer y última etapa es la posterior a las elecciones, y aquí se entra en el terreno de lo imprevisible.
En función de los resultados de las mismas, se tomarán o no medidas correctivas necesarias para la economía. Un ejemplo de esto es que en las elecciones presidenciales del 2011 nadie previó que a poco de haber ganado ampliamente las elecciones la presidenta Kirchner, se produciría el famoso cepo cambiario que al día de hoy ha modificado el escenario en varios sectores económicos.
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