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Con la intervención técnica en el municipio de General Mosconi, el Gobierno de la provincia realizó un avance peligroso contra una institución del Estado cuyo funcionamiento está garantizado por la Constitución de Salta, sancionada en 1986 y reformada parcialmente en 1998. El artículo 170 de la Carta Magna sostiene que los municipios “gozan de autonomía política, económica, financiera y administrativa”. Esto ya no es así en la localidad petrolera, porque a partir del martes pasado el intendente Julián Albarracín fue virtualmente obligado a pedir la renuncia de sus colaboradores para que un equipo técnico comandado por el Secretario de Asuntos Municipales, Marcelo Cil, se hiciera cargo del gabinete.
Con esto se hizo realidad la famosa frase “el rey reina pero no gobierna”. A vista de los observadores la presencia del jefe comunal quedó reducida al de una figura decorativa, ya que al haber renunciado a sus facultades posibilitó que Cil se convierta en un intendente encubierto. Por ahora el único que puso el grito en el cielo fue el dirigente piquetero José “Pepino” Fernández, quien pese a las diferencias que mantiene con Albarracín defendió la autonomía municipal y cuestionó enérgicamente la arremetida del gobierno. Muchos son los interrogantes que surgen a partir de lo sucedido en Mosconi.
Algunos sostienen que el Ejecutivo decidió ir contra de Albarracín porque éste es el único intendente que accedió al poder en 2011 por la lista de Walter Wayar, un acérrimo enemigo político de Urtubey. Al joven médico se le atribuye un mal manejo de la cuestión económica y financiera de la comuna y quedó en el ojo de la tormenta luego de haber dispuesto reducir los salarios a los empleados de categoría alta.
Pero he aquí la cuestión. Albarracín no es el único intendente que tiene problemas para pagar los sueldos y que está sospechado del mal manejo de los caudales públicos. Sus pares de Salvador Mazza y Colonia Santa Rosa, desde años, vienen siendo cuestionados de manera sistemática y, sin embargo, el Gobierno respetó la autonomía de esos municipios y cada vez que tienen problemas les tira un salvoconducto. Con Mosconi no ocurrió lo mismo y dispuso una literal intervención.
El hombre de la valija
Marcelo Cil fue futbolista y técnico de Juventud Antoniana. El itinerario hasta la intervención de hecho del único municipio que no responde a Urtubey tiene sus peripecias. El que maneja los fondos que le faltan a Albarracín es, justamente, Marcelo Cil. Nunca pasó desapercibido el crecimiento vertiginoso de su patrimonio, que el explica por sus vínculos conyugales. Contador tardío, se recibió en 2001 y se desempeñó en el fútbol amateur de La Loma.
En es ámbito debió afrontar alguna denuncia penal por agresión a los rivales. Fue técnico del equipo de contadores y allí se vinculó con Fernando Yarade y con Carlos Parodi. Así llegó a la administración y a la prosperidad, primero como pasante y luego como encargado administrativo del estadio en el 2003 donde duró menos de un año. Con Urtubey y Parodi se encarga, a partir de 2007, del manejo de los voluminosos fondos que van a los municipios. En el ambiente político, por su predisposición al perfil discreto, lo llaman “el valijero”.