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No hay vuelta que darle. El destino está empecinado con River Plate cada vez que juega en el Monumental sin hinchas visitantes contra Boca. Como sucedió aquel fatídico 17 de junio de 2004, en la semifinal de la Copa Libertadores de dicho año, Núñez se vistió de gala y preparó una fiesta completa, pero un verdugo auriazul vuelve a toparse en su camino para ahogarle la euforia, para apagar la llama viva de incipiente felicidad y para dejar sólo rastros de un festejo frustrado, cuando el cotillón se había preparado de antemano.
Hace más de nueve años, Carlos Tévez, primero; y Roberto Abbondanzieri, en la posterior tanda de penales; le arruinaron la fiesta a una multitud de riverplatenses que observaron el final de la “película” entre sollozos (una disposición de seguridad de Conmebol y AFA por entonces impartía una normativa de jugar la serie copera sin público visitante). Y ayer, nueve años después, todo River comenzó a revivir como un fantasmagórico deja vu escenas de tristeza y desazón que le resultaron muy familiares, como la reversión del rodaje de un filme previsible y con un final repetido. Así, aquella “gallinita” provocadora del Apache perdida en el tiempo, pero rescatada del “cofre” de los recuerdos, y la atajada del Pato al disparo de Maxi López de hace casi una década parecían entremezclarse en las retinas húmedas de cada hincha millonario con el gol de Gigliotti que enmudeció al Monumental en la tarde de ayer y con el cántico “chicanero” de los jugadores de Boca en el círculo central tras el pitazo final de Germán Delfino, como para neutralizar el sonido desaforado de 60 mil almas rojas y blancas, que mostraron su temple hasta el final para que aquel inevitable silencio no sea tan atroz.
Una “Súper” desprolijidad
Una de las consignas que se difundió a través de las redes sociales entre los hinchas de River fue ir al Monumental con la camiseta del millonario. El negro, rojo y blanco vistieron al Monumental. El estadio Vespucio Liberti lució un lleno total, salvo el pulmón sobre la platea Centenario que fue clausurado por el Comité de Seguridad. Pese a ello, la dirigencia riverplatense vendió 1.710 entradas, algo que el organismo había prohibido. Así cerca de 500 hinchas de Boca, que habían comprado una de esas plateas, se quedaron sin ver el Superclásico. Además, fue excesivo el número de efectivos policiales.
El ingenio de la gastada
Pese a no poder asistir al estadio Monumental, a raíz de la medida que veda el ingreso del público visitante a las canchas, los fanáticos de Boca (que se autoconvocaron en un banderazo en la puerta de la concentración xeneize, horas antes del clásico), se las ingeniaron para hacerle llegar sus clásicas “gastadas” a los hinchas de River. El recordatorio del paso del millo por la B Nacional fue otra vez el principal motivo de las chicanas. Los hinchas xeneizes no pudieron acercarse a Núñez, pero se hicieron notar con unos fuegos artificiales que se vieron a lo lejos detrás del arco defendido por Marcelo Barovero, tras el gol de Emanuel Gigliotti. Ya con la victoria parcial, cuatro globos azules, sosteniendo una bandera con una B pintada, sobrevolaron el Monumental, ante la atónita mirada de los hinchas riverplatenses.
Al colorido de las camisetas y banderas auriazules que predominaron en la previa a metros del hotel donde reposaba el plantel de Carlos Bianchi, se sumaron decenas de atuendos blancos para simular “el fantasma de la B”. Los cánticos también refirieron a la paternidad, por la ventaja de siete partidos en el historial entre ambos.