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Entre el desencanto y la sospecha de fraude

Martes, 08 de octubre de 2013 01:55

Un ejemplo del desencanto que produjo la experiencia del voto electrónico se dio en la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán, el distrito más importante de la provincia, después de la Capital, con un padrón de 100.759 electores. Como suele ocurrir en toda contienda, los votantes llegaron a las escuelas con una sonrisa para cumplir con su obligación ciudadana, pero la mayoría se retiró ofuscada.

Esta sensación de ira la exteriorizaron tanto los que votaron como los que decidieron no hacerlo luego de abandonar los establecimientos porque se cansaron de tantas horas de espera. El porcentaje de votantes en la ciudad norteña siempre ha superado el 75 por ciento, pero esta vez apenas alcanzó el 59%, lo que grafica lo sucedido el domingo pasado con el nuevo sistema que adoleció de una serie de falencias y hasta de sospechas de fraude.

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Un ejemplo del desencanto que produjo la experiencia del voto electrónico se dio en la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán, el distrito más importante de la provincia, después de la Capital, con un padrón de 100.759 electores. Como suele ocurrir en toda contienda, los votantes llegaron a las escuelas con una sonrisa para cumplir con su obligación ciudadana, pero la mayoría se retiró ofuscada.

Esta sensación de ira la exteriorizaron tanto los que votaron como los que decidieron no hacerlo luego de abandonar los establecimientos porque se cansaron de tantas horas de espera. El porcentaje de votantes en la ciudad norteña siempre ha superado el 75 por ciento, pero esta vez apenas alcanzó el 59%, lo que grafica lo sucedido el domingo pasado con el nuevo sistema que adoleció de una serie de falencias y hasta de sospechas de fraude.

La gente concurrió en forma masiva a las urnas, con la expectativa de siempre, pero al llegar a las mesas se encontró con una serie de inconvenientes. La falta de preparación de los electores fue uno de los factores que atentó contra la tan promocionada agilidad del proceso. Hubo personas que tardaron más de una hora para emitir su voto. Mientras la colas se hacían cada vez más extensas, a esta demora se sumó otro problema inesperado: la permanente caída del programa en las computadoras.

Cada vez que esto sucedía los presidentes de mesas salían disparados de sus sillas en busca de las dos o tres personas designadas en cada escuela para solucionar cualquier inconveniente. Como las fallas en las máquinas se multiplicaban sin solución de continuidad, los operadores no se daban abasto para normalizar el sistema. “Dale que se me quema el asado”, se escuchaba decir a aquellos que dejaron la carne en la parrilla y se fueron a votar con la esperanza de regresar a tiempo para celebrar en familia la jornada electoral y esperar los resultados de la contienda.

Además, varias personas plantearon sus dudas respecto a la transparencia del voto electrónico al haber advertido que en algunos casos al tocar recuadro del candidato de su elección la pantalla le mostraba otro. “Tuve que repetir varias veces la operación, lo que me hace pensar que el sistema es tramposo”, sentenció un vecino.

 

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