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Un hijo sin amigos suele ser una de las principales preocupaciones de los padres. Distinguir si es un problema pasajero o permanente, puede evitar el sentimiento de angustia generado por la soledad de un niño.
Podemos buscar las causas de la falta de amigos en diferentes realidades, tales como la forma de ser del hijo o el ambiente familiar y social.
Durante la etapa de los seis a once años, el amigo es considerado como compañero de un juego competitivo y reglado. El ingreso a la escuela primaria, resulta un cambio grande, ya que implica convivir con chicos de carácter muy diferente.
Es entonces cuando hay que "ganarse el puesto" o hacer méritos para ser aceptado. El ambiente escolar es diferente al de la familia, pues no se vive en él, el amor incondicional. Es frecuente que surjan temores, recelos mutuos o faltas de solidaridad, que se evidencian, por ejemplo, cuando los chicos se acusan entre sí.
El atractivo físico, la inteligencia, tener ideas prácticas o competencia en actividades de grupo, son factores que favorecen la amistad. Cualidades como el buen carácter, la alegría, el sentido del humor, son vistas como atractivas por los niños. También buscan compartir el juego con quienes son amables, leales y sociales.
Por el contrario, dificulta las posibilidades de sociabilizar, la limitación física o un defecto sensorial. Aquí los adultos tenemos el desafío de educar niños conscientes del límite, y de que todos, de alguna manera, somos vulnerables y necesitados.
Asimismo, los de carácter difícil; o que se muestran a menudo nerviosos o inestables, generan rechazo por parte del grupo de amigos. Quienes son reservados; egoístas, mandones o agresivos, caprichosos y peleadores, también suelen tener serias dificultades para relacionarse con otros.
Qué dificulta la amistad
Existen circunstancias que pueden ser la raíz del problema. Por ejemplo, la incorporación tardía a la escuela; la ausencia prolongada por enfermedad o diferencias de idioma.
La actitud proteccionista de padres que dan a sus hijos todos los problemas resueltos, o que están excesivamente pendientes de toda necesidad, también traslada al hijo sentimientos de miedo y ansiedad.
Los chicos mimados a veces no soportan las reglas y los criados "entre algodones", no resisten la lucha por superarse en juegos competitivos. Cuando ello sucede, esos niños se apartan, porque se sienten rechazados. Entonces aumenta la inseguridad, se repliegan sobre sí mismo y se establece un círculo vicioso sobre el que es preciso intervenir.
La amistad en la adolescencia
Tener en cuenta algunas características propias de los adolescentes, ayuda a comprender su comportamiento fluctuante. En diferente grado y con diferentes consecuencias, en esta etapa se retraen, el trato se vuelve difícil, existe una sensibilidad a flor de piel y la paciencia debe redoblarse ante el aturdimiento que a veces se disfraza de impertinencia atrevida o de reserva fría e insensible.
En el plano amistoso, se da un paso importante, ya que comienza la elección del amigo por sus cualidades personales. Son aspectos negativos a contrarrestar los excesos, la conducta gregaria y el conformismo.
Despierta admiración de los adolescentes la vivacidad, la alegría, el buen carácter y el sentido del humor. Buscan estar con quienes actúan con naturalidad y tienen confianza en sí mismos. Valoran cualidades como la tolerancia, la flexibilidad y la simpatía. También aprecian la iniciativa y capacidad de planificación.
Si nos preguntamos por lo que despierta rechazo, la incomodidad, la inseguridad y el egocentrismo ocupan un lugar preponderante. Ser reaccionario, sea por miedo, nervios, agresión o presunción, no es bien acogido por los adolescentes. Tampoco la falta de tacto y consideración.
La timidez a veces es el resultado de las expectativas poco realistas de los padres, que exigen por encima de las posibilidades reales. Esto crea un sentimiento de fracaso. No es una enfermedad, ni algo invencible. Es aconsejable ejercitar la voluntad de atreverse a algo cada día.
Es inseparable el binomio adolescencia - idealismo, lo que significa que se ve al amigo, no como es, sino como gustaría que fuera. Cuando se descubre la distancia existente entre lo real y el ideal, puede haber una ruptura que deja huellas profundas.
Los adolescentes necesitan de la aprobación de sus iguales y dependen de ella. Estar atentos al orgullo y el amor propio, que da demasiada importancia a las opiniones de los demás sobre ellos mismos, los ayudará a ser más libres.