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Los campos que están sobre la ruta provincial 5, entre Joaquín V. González y Las Lajitas, sabían cubrirse de un verde espeso; hoy se visten de amarillo. Hay hileras que tienen kilómetros de plantas muertas o demasiado pequeñas para llegar a desarrollarse. En el departamento de Anta, corazón agropecuario de la Provincia, la situación es dramática y si no llueve en los próximos 10 días puede transformarse en catastrófica. Cada hora que pasa se pierden cientos de hectáreas, puestos de trabajo e inversiones. Entre el 40% y el 30% de la soja sembrada este año ya es irrecuperable. La última lluvia general en el departamento se registró el 9 de enero. Desde octubre de 2012 hasta la fecha llovió aproximadamente el 50% de lo que se registra en un año normal. Pero para los productores consultados, el aumento galopante de sus costos de producción y la asfixiante presión fiscal del Estado, resultan tan irritantes como la falta de agua.
Para colmo, la campaña del año pasado fue mala. El promedio de toneladas en todo el departamento en años normales ronda el millón, pero se habrían cosechado alrededor de 650.000. Muchos perdieron plata y la mayoría solo cubrió sus gastos. En Las Lajitas, según fuentes consultadas, se sacaron cerca de 900 toneladas por hectárea, cuando el promedio oscila entre 2.900 y 3.000. Las deudas acumuladas llevaban la promesa de ser pagadas con esta nueva cosecha, pero si todo sigue como hasta ahora pequeños y medianos productores no podrán sembrar el año que viene. “Muchos refinanciaron su deuda de 2012 y no van a poder pagar ni la de 2013. Es preocupante porque se necesitan cuatro años buenos para recuperarse de dos malas cosechas”, dijo un productor grande, que tiene más de 8.000 hectáreas sembradas en Anta.
“No sé si voy a poder sembrar en la próxima campaña. Por más que llueva hoy, ya no llego a cubrir mis costos por segundo año consecutivo, porque empecé endeudado del año pasado, que fue malísimo. Temo entrar en convocatoria de acreedores porque los servicios, las aplicaciones de químicos, las semillas y la siembra las pago con la cosecha. Mi situación es crítica”, dijo Raúl Moya, un pequeño productor oriundo de Joaquín V. González, que empezó arrendando 30 hectáreas hace siete años y hoy sembró 700.
“Estuve 10 años para crecer y en dos campañas puedo perderlo todo”, agregó.
“La sequía de esta campaña 2012-2013 es una de las peores que se registraron hasta ahora, no sólo por la falta de precipitaciones, sino también por las altas temperaturas que las acompañaron. La superficie de cultivos afectados por la sequía es del 100% de lo sembrado, con diferentes grados de pérdidas. A la fecha, efectivamente ya se perdió un 30% de la superficie de los cultivos sembrados. El rendimiento promedio esperable sería equivalente a un tercio o poco más del rendimiento normal Si la situación sigue como hasta ahora, sin lluvias de importancia, se perderá prácticamente el 80% de los cultivos”, explicó Federico Mónico, Jefe de la agencia del INTA en Joaquín V. González.
La crisis no afectará solamente a los más de 550 productores de granos de la zona. “Cuando pierde el productor pierde todo el pueblo, porque el campo es el motor de la economía de estos pueblos. Se contratan menos servicios, circula menos plata, se frenan las inversiones y el trabajo de comerciantes, transportistas y empleados del campo sufre las consecuencias. Ya se ven despidos, jubilaciones y vacaciones anticipadas. El ánimo está por el piso y hay lotes enteros que se perderán si no llueve antes del lunes”, dijo Juan Pablo Castelli, gerente de la sucursal de Lartirigoyen en Las Lajitas, empresa que se dedica a la venta de insumos y semillas.
“Hasta fundido pagás Ganancias”
“Yo estoy más caliente con el Estado que con la sequía. Creo que hoy llego a cubrir mis costos, porque tengo la suerte de poder regar y no pagar arriendo, aunque ya perdí el 20%. El año pasado no gané y me puede pasar esta vuelta lo mismo, pero aunque me funda voy a tener que entregar el 35% de mi producción en retenciones y aunque no gane un peso no voy a poder evitar el impuesto a las Ganancias”, opinó Fernando Sastre, que tiene 1.000 hectáreas de soja en Gaona, donde su familia lleva tres generaciones.
La superficie total de cultivos de verano en Anta (soja, maíz, sorgo y poroto, principalmente) ronda las 400.000 hectáreas, de las cuales solo 65.000 reciben riego. Los cultivos se sembraron al límite de humedad en la mayoría de los casos y tampoco recibieron el agua requerida para su desarrollo posterior. “Si lloviera adecuadamente en cantidad y distribución, el rendimiento promedio esperable sería equivalente a un tercio o poco más del rendimiento normal”, explicó Federico Mónico del INTA.
“Los precios internacionales son buenos, pero los costos internos y el tipo de cambio con relación al dólar están matando nuestro margen de ganancia. Pagamos millones en impuestos, el 35% de nuestra producción, pero a la zona nunca vuelven. Los caminos son un desastre, no hay tren, ni energía, hacemos cola para cargar nafta y estamos presos de los camiones que se llevan el 20% de nuestro esfuerzo en el flete. Para colmo no llueve”, opinó otro productor. “Tuve que adelantar jubilaciones y prescindir de los empleados con poca antigedad”.
Piden políticas
de desarrollo
“Los pueblos del departamento viven del campo y con la cantidad de dinero que aportan al Estado en materia de impuestos no se entiende que tengamos una pésima infraestructura para producir. Se necesitan políticas para que podamos agregarle a nuestra producción valor agregado en la zona y no en el puerto, como sucede hoy. El ferrocarril y el acceso a créditos razonables son prácticamente un sueño. Pero lo que más indigna es descubrir que lo que pagamos durante estos años no modificó la realidad social de la zona, que prospera por el esfuerzo de los privados. Brasil sacó a 40 millones de personas de la pobreza en poco más de dos períodos presidenciales y a nosotros cada vez nos sacan más y estamos peor que ayer”, opinó el asesor agropecuario de Joaquín V. González, Alejandro Ricci.
“Acá no tenemos industrias. La economía la sostiene el campo. Los productores invirtieron sus ganancias en desarrollar sus fincas y eso generó mucho trabajo en la zona. Hoy se cortaron las inversiones hace meses. Nadie contrata un empleado nuevo, porque ya no pueden. Como lugareño me da miedo que se corte la cadena de trabajo que sostiene la vida de mi pueblo. Una aceitera en la zona mejoraría nuestro margen de ganancia y crearía trabajo, además de agregar valor agregado. Esperamos una mano del Gobierno para que mejore la infraestructura de riego y sea más comprensible a la hora de cobrarnos los impuestos. Los que arrendamos tratamos de sembrar cada vez más, pero es prácticamente imposible tener acceso a la tierra para nosotros y nuestro riesgo es enorme”, opinó el pequeño productor, Raúl Moya.
Hasta el momento no se conoce la existencia de un plan de emergencia agropecuaria para la zona.
Se sembró tarde
Según un informe de los Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA), a partir de una encuesta interna, el 2,2% del área agrícola de campos de productores CREA no se pudo sembrar con ningún cultivo. También se verificó que el 28% de la superficie dedicada a soja se implantó tarde, con un atraso promedio de 19 días.