inicia sesión o regístrate.
El portavoz papal, Federico Lombardi, explicó en los días del cónclave en el que se eligió a Francisco, que el humo negro que anuncia que aún no hay papa, se consigue con la quema de la papeletas más el añadido de perclorato de potasio, antraceno y azufre. Dio a conocer la alquimia vaticana para la fumata negra. El papa Francisco tiene el reto de sanear las finanzas vaticanas para producir la otra “fumata” blanca. Francisco deberá convertirse en un banquero más de la globalización pero aplicando la llamada “economía normativa”: estudiar lo que debe ser el dinero, el funcionamiento de las finanzas, el capitalismo mundial, etc.
En las últimas décadas el dinero vaticano está sindicado de ser contaminado con lavados de activos ilícitos.
Si bien el papa no es un experto en finanzas, aprenderá a receptar lecciones de asesores sobre “economía empírica” (análisis de los procesos económicos reales).
El lavado de dinero es un mecanismo repeligroso. Permite que algunos fondos obtenidos por operaciones y actividades lícitas (por ejemplo el banco del Vaticano) pasen a formar parte del sistema económico formal para la apariencia de dinero de procedencia legal.
El contagio que Francisco tendrá que combatir es que su banco sea “puro” y confiable.
El lavado de dinero incorpora el producto ilícito en el sistema financiero y no financiero de la economía local o internacional.
El principal recurso económico de la Santa Sede es su habilidad para hacer ingeniería financiera es capturar dinero proveniente del culto.
La economía de la Ciudad del Vaticano es financiada por contribuciones de católicos romanos de todo el mundo, con sellos postales y recuerdos a turistas, entradas a museos y venta de publicaciones. El banco Vaticano sirve a miles de organizaciones benéficas católicas, órdenes religiosas y diócesis de todo el mundo.