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El que siempre tira todas las piedras

Domingo, 17 de marzo de 2013 16:34
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Caso curioso el de los argentinos, exitistas y detractores a la vez. 

Con la designación como Santo Padre del arzobispo de Buenos Aires, todos nos volvemos papistas; y como si fuera una formación futbolística le decimos al Pontífice cómo debe armar su equipo, qué cosas debe hacer, mientras los periodistas enumeran las decisiones más importantes que debería encarar, a su juicio, el aún no asumido Francisco.

Por otro lado están los que, como siempre, escriben desde lo alto de una pureza ideológica que creen representar, como es el caso del eterno juez de las conductas ajenas (sin mirar la propia) Horacio Verbitsky, quien como bien lo definiera Marcos Aguinis hace años -ante una patraña en su contra- es “un hombre que suda odio y resentimiento”.

Es de un cinismo a gran escala pretender que la gran mayoría de los argentinos, que hemos vivido la dictadura -al igual que él-, hayamos estado obligados a inmolarnos, generando un holocausto criollo.

Abundan testimonios de gestiones a favor de las víctimas que realizara el hoy consagrado Papa, como muchos otros sacerdotes. Creer que una gestión sacerdotal era suficiente como para salvar una vida es negar el plan preconcebido del régimen para eliminar a quienes ellos tenían en sus tenebrosas listas; por supuesto que hubo excepciones, incluidos los padres Orlando Yorio y Francisco Jalics, quienes a pesar de la cárcel y los tormentos pudieron sobrevivir.

Personalidades como el premio Nobel de la paz Adolfo Pérez Esquivel rescatan la figura de Bergoglio, apartándolo de cualquier vínculo con la dictadura.

Para finalizar, nada mejor que recordar que, para esa misma época, Horacio Verbitsky estaba contratado por la Fuerza Aérea Argentina, pese a su pasado montonero, y nunca vimos una explicación de su parte de cómo desde ese lugar ayudó a las víctimas.

¿No deberíamos aplicarle la misma condena que él utiliza para otros si este hubiera sido el único camino que encontrara para salvar su vida?

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