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Cuando estamos tristes nos volvemos muy friolentos

Domingo, 03 de marzo de 2013 22:33
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Psicólogos de la Universidad de Toronto demostraron que el estado de ánimo afecta a la percepción de la temperatura, y señalaron que sentimientos de aislamiento social y soledad producen una sensación física de frío.

No es novedad que solemos utilizar en el habla coloquial metáforas relacionadas con el frío y el calor para referirnos a estados de ánimo, por ejemplo, calificamos a alguien como una persona cálida cuando la sentimos hospitalaria; por el contrario, decimos que alguien es frío cuando lo consideramos distante.

Lo novedoso es que existe una correspondencia entre las emociones o sentimientos y la percepción de la temperatura del ambiente.

Dos psicólogos de la Universidad de Toronto, Geoffrey J. Leonardelli y Chen-Bo Zhong, realizaron experiencias en el marco de una investigación y demostraron que tanto el aislamiento social como los sentimientos de soledad producen una sensación física de frío. La soledad hace que sintamos más frío, sí.

La aislación o falta de contacto social es una de las causas de estrés, ansiedad y estados de depresión, además se ha descubierto que activa ciertas zonas del cerebro, razón por la cual los investigadores se abocaron a averiguar si la soledad produce sentir frío.

“Yo había estado trabajando en la necesidad de pertenencia y el profesor Chen-Bo Zhong en el conocimiento corporal, que examina cómo el cuerpo está conectado al modo en que pensamos. Combinando nuestros intereses, decidimos investigar cómo el cuerpo podría afectar nuestros sentimientos de pertenencia. Las metáforas "mirada glacial' y "trato con frialdad' nos ayudaron a asumir la dirección de la investigación: ¿puede el aislamiento social literalmente conducirnos a sentir frío y desear calor?”, dijo Geoffrey Leonardelli, profesor Asociado de la Escuela de Administración Rotman y el Departamento de Psicología de la Universidad de Toronto.

En qué consistió
el experimento

Los participantes de la experiencia fueron conducidos a una habitación, se les dijo que el experimento consistía en varias tareas inconexas. Los sujetos fueron asignados al azar a una de dos condiciones, recordando una situación en la que hubieran sentido socialmente excluidos o incluidos. Luego, los investigadores pidieron a los participantes que calcularan la temperatura de la habitación en ese momento, que fue de 12 a 40 grados, y que indicaran sus preferencias entre alimentos fríos y calientes para demostrar si la exclusión social induce a la sensación real de frío.

Los participantes que recordaron la experiencia de ser socialmente excluidos dieron cálculos de temperatura más bajos que los demás.

También comprobaron, mediante otras técnicas, que los participantes socialmente excluidos tenían más probabilidades de buscar calor, según su preferencia, por alimentos y bebidas calientes.

Las conclusiones acreditaron que la experiencia social no es independiente de la percepción física y somática, dichas conclusiones fueron publicadas en la revista Psychological Science.

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