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Nadie como Central Norte sabe lo que significa enfrentar a Deportivo Maipú en Mendoza, en instancias decisivas, donde el equipo local busca ganar como sea.
El reducto del famoso “botellero” mendocino es considerado uno de los más complicados del país; tiene capacidad para unas 8 mil personas y es una verdadera fortaleza en la que cada tanto se producen incidentes (su hinchada es conflictiva).
La presencia de Gimnasia y Tiro en ese estadio no será la primera ni la última de un equipo salteño, pero solo el plantel cuervo, campeón del Argentino B 2005-2006, bajo la conducción del Tigre Amaya, sabe lo que es enfrentar a la banda de los Sperdutti. Omar es el presidente y Luis es el técnico; desde aquella época permanecen en sus puestos.
Central se cruzó con Maipú en las semifinales por el ascenso al Argentino A; el primer partido se jugó en Salta y el cuervo ganó 3 a 1 con un polémico arbitraje que favoreció a los salteños, lo que generó la furia de los mendocinos, especialmente del presidente. Don Omar no tuvo mejor idea aquella vez de recibir al plantel cuervo, en la revancha, con unos treinta barras: ni bien los jugadores cruzaron el portón de ingreso al estadio Sperdutti encabezó un ataque alevoso con sus hinchas, con insultos, escupitajos y amenazas de todo tipo, y de milagro no terminó en tragedia.
José Luis Perales, hoy en River de Embarcación, era uno de los defensores de aquel equipo cuervo y recordó: “Viajamos en colectivo a Mendoza pero a la cancha fuimos en Trafic porque ya sabíamos que nos estaban esperando; pero cuando llegamos fue peor de lo imaginado. Para ingresar al vestuario nos hicieron pasar por donde estaban los hinchas, le robaron el bolso a un compañero, una campera al masajista (Méndez); la misma policía estaba prendida porque ellos nos llevaron por ahí, nos hicieron como un túnel, aguantamos empujones, algunos golpes, escupitajos y habíamos llegado dos horas antes para evitarlo, pero ya nos estaban esperando; fue una apretada que jamás había vivido”.
Maipú ganó la revancha por 1 a 0 con otro polémico arbitraje del catamarqueño Néstor Cano, quien también había sido maltratado y había anulado el segundo tanto mendocino; la clasificación fue de Central.