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“Los Grimaldi” es una comedia que ensambló varios factores que motorizaron su éxito. Primero, un trabajo de generación de expectativa previa, muy bien piloteado por Nazarena Vélez. Segundo, la convocatoria de artistas de diferentes edades y procedencias, que terminaron funcionando como piezas de relojería. Tercero, un libro basado en la archiconocida fórmula de la familia delirante e imperfecta, pero que adquirió un cariz especial al estar los papeles pensados en función de las características de los actores. El resultado: salas llenas desde su estreno en el verano y la posibilidad, cada vez más nítida, de convertirse en una serie de televisión.
La obra ganadora del Premio Carlos a la mejor comedia, llegará mañana al Teatro del Huerto de Salta (Pueyrredón 175). Se anunció una función a las 21 y, debido a la demanda, se agregó otra a las 23.
Rodolfo Ranni, el “pater familias” de esta historia escrita y dirigida por Atilio Veronelli, conversó con El Tribuno de este “suceso” que encabeza junto a José María Muscari, Thiago Batistuta, Georgina Barbarossa, Micaela Vázquez, Esteban Prol, Diego Pérez, Coki Ramírez, Julieta Bal y Lucas Velasco. “Los Grimaldi ya somos una marca registrada. Somos casi como Les Luthiers”, bromeó el talentoso Tano sintetizando la esencia alcanzada por esta obra.
¿Cuáles creés que son los factores que inciden en el éxito de “Los Grimaldi”?
La verdad que, por la convocatoria hasta aquí, la obra ya ha superado la calificación de éxito para convertirse en un suceso, en una marca registrada. Somos casi como Les Luthiers.
Creo que esto se debe fundamentalmente a un gran trabajo de preproducción de Nazarena, que instaló el espectáculo dos meses antes de que se estrenara. Además, reunió a un elenco de distintas edades, posiciones y criterios dentro de la profesión, pero que juntos funcionan de una manera extraordinaria.
Encarnás en la obra a un tano carismático y familiero, dos características que coinciden plenamente con vos en la vida real...
Sí, hago a Doménico Grimaldi, que está un poco triste porque sus hijos no son muy apegados a él. Entonces se inventa una enfermedad para que vengan a verlo y para ver cuál de los tres merece quedarse con la dirección de sus empresas. Mis hijos son Nazarena Vélez, que está casada con Muscari y tienen un hijo seminarista; Georgina, que es una alcohólica consuetudinaria y una sexópata, y Esteban Prol, que encarna el personaje que hasta hace dos semanas interpretaba Jey Mammon. Es un tipo eternamente ausente porque viaja por todo el mundo. Imaginate las cosas que suceden en esa familia cuando se juntan todos. Además, hay un abogado inescrupuloso, rol que encarna magníficamente Diego Pérez.
Con relación a este tipo de comedias, ¿creés que existe un estereotipo instalado en Argentina que subestima al púbico proponiendo la risa fácil?
Sí. Nosotros tratamos de hacer la obra con mucho rigor, porque este tipo de comedias son muy peligrosas. Procuramos que no haya agregados sin sentido que busquen, precisamente, esa risa fácil. En cuanto alguien se pasa un poco de la raya, lo conversamos fuera de escena. Tratamos de no perder la perspectiva y el respeto hacia el público. Esta es una comedia sin groserías que puede ver toda la familia. La gente se ríe desde que se levanta el telón hasta que baja. Nosotros estamos seguros de que devolvemos en el escenario lo que la gente paga en la boletería. No hay estereotipos en los personajes; son todos creíbles. La gente, más que identificarse, se involucra mucho con ellos y eso es bueno.
¿Qué te pareció el trabajo de Atilio Veronelli en esta pieza?
Hizo un trabajo muy particular. Nazarena tenía una idea de lo que quería hacer. Primero juntó al elenco y después le dijo a Atilio: “Quiero que escribas sobre esta idea, con estos actores”. Así que cada personaje tiene particularidades del actor que lo encarna.
Muchos colegas tuyos se autodefinen como “actores de raza”. ¿Creés que se nace para esta profesión?
Siempre se dice que los actores nacen, no se hacen, pero es solo una frase. Los de mi generación aprendieron trabajando. No había escuelas de teatro más allá del Conservatorio de Arte Escénico, al que muchos de mis contemporáneos no adherían porque tenían la escuela española grandilocuente. Yo tuve la fortuna de trabajar con los más grandes, desde Luis Sandrini a Tita Merello. También compartí escenario con Armando Discépolo. Un ensayo de una obra con don Armando era una clase de teatro. Con esta gente, cada obra era una lección.
No hay recetas para trascender...
Uno a través del tiempo va haciendo su propio método de trabajo. Lo importante es adonde uno llega y cómo lo recibe el público. En el medio, los mecanismos son distintos. Hay actores que necesitan concentrarse antes de salir a escena; otros repasan sus libretos por la noche; otros mientras caminan. En mi caso, yo me hago el distraído y hablo de fútbol con el primero que pase un minuto antes de entrar a escena. Eso me relaja. Entro al escenario y empieza a funcionar el personaje. Me gusta que aparezca ese repentismo.
Se rumorea que “Los Grimaldi” podrían llegar a la televisión. ¿Eso es probable?
Hay una posibilidad, pero mientras estemos en gira va a ser difícil. Cuando volvamos a Buenos Aires, en agosto, podría concretarse. Es un programa que debería hacerse en vivo, trabajando con los acontecimientos de la semana, para no perder frescura.