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El papa Francisco inicia el lunes su primer viaje internacional como pontífice a América Latina, una región que fue olvidada en los últimos años por la jerarquía de la Iglesia católica y que ahora se enfrente al reto histórico de cambiar el rostro del Vaticano y oxigenar su gobierno central, la curia romana.
La elección de un Papa latinoamericano, austero y muy cercano a los pobres y excluidos, no solo ha generado mucha expectativa en las comunidades católicas de América Latina, al responder a un deseo de la mayoría de los católicos del mundo (representa más del 40%), sino que también es considerada una ocasión única para reformar las vetustas estructuras internas de la Iglesia, salpicadas por escándalos de corrupción, intrigas de poder y falta de transparencia.
Para dar un nuevo rostro a la Iglesia, Francisco ha nombrado a un grupo de ocho cardenales, coordinados por el hondureño Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga.
Como un reino
“Con el transcurso del tiempo en la curia romana se ha ido formando como un reino, antiguo, y todo eso no habla mucho al mundo de hoy”, reconoció el purpurado Rodríguez Maradiaga, en una entrevista a la prensa centroamericana, en la que admite que hay “mucha burocracia”, y que Francisco “no va a ceder ante presiones” por la “falta de transparencia” dentro de la controvertida maquinaria vaticana. “Si hay cosas que están mal, las vamos a corregir”, aseguró quien iniciará en octubre la coordinación de las primeras reuniones sobre la reforma.
La elección en marzo del Papa argentino, una inédita apertura del Vaticano hacia la Iglesia del otro lado del mundo, lograda con el apoyo sorprendente de una mayoría de cardenales europeos, ha sido el primer paso para intentar cambiar las estructuras internas y la mentalidad de la curia.
Menos formalismo
“Hay algo que no funciona en la curia. El cargo de secretario de Estado ya no tiene sentido”, sostiene el cardenal alemán Walter Kasper, por años encargado del promover la unidad de los cristianos desde el Vaticano. Kasper insta a Francisco a operar sobre todo un “cambio de mentalidad”, con más comunicación interna y menos formalismo. “Muchos, progresistas y conservadores resultarán decepcionados por Francisco”, advierte el purpurado, al hablar de las resistencias que encontrará. “Si bien es cierto que Francisco ha cambiado el modo de ser papa, no cambiará los contenidos: ni el celibato para los curas ni autorizará la ordenación de mujeres ni abrirá a todo lo que piden los progresistas”, opinó Kasper en una larga entrevista al diario italiano Il Foglio.
Dejar una impronta latinoamericana, incluso en las estructuras internas, será una labor delicada y difícil. El teólogo brasileño Leonardo Boff, padre de la Teología de la Liberación con la que se enfrentó en la década de los 80 el Vaticano, también se manifestó optimista en varias oportunidades ante los primeros gestos de humildad de Francisco, así como por su sensibilidad hacia los pobres.
Todo parece indicar que Francisco respetará ese compromiso después de haber renunciado a los lujos del palacio apostólico, rehuir de la mundanidad y la prensa y conducir una vida austera y sencilla.
En los próximos meses, el Pontífice deberá “primero reformar la estructura, para pasar después a la doctrina”, sostiene Rodríguez Maradiaga, quien considera que el controvertido banco del Vaticano debe actuar como una fundación y no como un banco en el que se esconden capitales, otro asunto espinoso para el pontificado.