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El desafío de llegar a crecer deseando construir el mañana

Martes, 09 de julio de 2013 12:03
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Cuando un bebé crece en normalidad su infancia es sensación de paraíso: cuando tiene hambre, es alimentado; si tiene frío, se le da calor. Esa forma de vida es la que recibe el menor si tiene un padre que actúa de acuerdo a los valores sociales. Pero el niño que queda huérfano de madre, por culpa del padre, pierde el paraíso y su otra historia será “hambre” de mamá un duelo para conocer lo perdido.

El poeta alemán del siglo XIX sabía hace mucho que ”Debe preguntarse a los niños y a los pájaros cómo saben las cerezas y las fresas”.

Esa pregunta lírica, en el malestar del femicidio actual, provoca que el niño con la madre asesinada encuentre que “las cerezas y las fresas” tienen el sabor de la nostalgia.

En Argentina hay 360 madres muertas al año por femicidio. Existe el duelo del chico que deberá elaborar la orfandad para que “las cerezas y las fresas” vuelvan a ser delicias.. Ese niño vivenció el homicidio materno y es un ser de pleno derechos, con subjetividad, aunque no sea todavía un ciudadano que vota.

El huérfano de femicidio creció con la historia del crimen. Ese relato es un corset de palabras sobre un homicidio. La familia, por su parte, arma la subjetividad del chico y en ella este descubrirá el deseo de su madre perdida, momento cierto para pensar qué hacer con la certeza. El escritor Greene Graham pensó que ”Siempre hay un momento en la infancia en el que se abre una puerta y deja entrar al futuro”.

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