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La cuidad de la furia se ha quedado huérfana. Una garúa insistente despide a Gustavo Cerati "Dios está llorando" dice una de las cientos de personas que esperan en los alrededores de la legislatura porteña.
Son más de las doce de la noche y la gente sigue llegando. Las miradas de todos se tiñen de agua y muestran que la tristeza es enorme. Es que se ha ido uno de los padres del rock nacional, un visionario de texturas musicales. Gustavo usó la tecnología a su favor y fue vanguardista siempre. Discos como "Amor amarillo" o "Colores santos" junto a Daniel Melero, a principios de los 90 son sólo una muestra de ello.
"Como artista, él tuvo una llegada muy cercana y muy profunda a las personas con mucha sensibilidad. Fue una gran influencia. Lo conocí cuando tenía 9 años y ahora tengo 31. Escuchando sus letras, podés conocer el alma de él y eso es muy valioso", comenta Tamara, mientras se escucha "Te para tres" entonada por los cientos de admiradores que rodean la Leguslatura.
El paisaje de la despedida es amplio: una mujer con una rosa en la manos y la mirada perdida, jóvenes con guitarras que entonan clásicos como "Un misil en mi placard" o "Te llevo para que me lleves". Hijos, padres, adolescentes. Todos confluyen por amor a la música. "Hay que recordarlo con alegría, cantando, como a él le hubiera gustado", dice María, una colombiana que llegó al lugar.
Virginia, que acaba de salir del edificio, explica: "Es fuerte verlo ahí, porque para nosotros está vivo todavía. Te das cuenta de toda la gente que vino y es impresionante. Te das cuenta de todo el amor que él daba: vino gente de Colombia, de Ecuador, de Perú. Como argentinos, es el mejor legado que podemos darle al mundo".
El clima es pendular: aplausos masivos, casi con el espíritu de una hinchada de fútbol. Canciones a capella que afirman "Gustavo no se fue", grupos de personas improvisando los versos de "Juego de seducción" o "Cuando pase el temblor". Enormes banderas con el rostro de Gustavo, un incesante desfile de fanáticos con remeras de Soda Stereo.
Sebastián, un músico tucumano, recuerda: "Cuando era chico escuché a dos personas mucho más grandes que yo. Decían que Soda Stereo había llenado la 9 de Julio, que había 250.000 personas, pensé que eran muy importantes y cuando empecé a tocar la guitarra quise tocar El temblor o De música ligera. Y el día que volvió Soda, en 2007, en el aire se sentía algo diferente, la ciudad estaba diferente. Cuando me enteré de la muerte de Gustavo me acordé de esa frase de Amor amarillo: 'hay algo en el aire, un detalle infinito'. Para mí Cerati es un detalle infinito".
Será así, mezclando la conmoción con la música, que el líder de Soda Stéreo seguirá dejando huellas en quienes lo escuchen. Será que para los artistas no existe la muerte, porque respiran en cada uno de sus acordes.
La ciudad de la furia está llorando. Gustavo, como detalle infinito, ya es parte del aire, ese aire incesante que es la música, y que vive para siempre.