Laberintos humanos. Si fuera algo serio.
El ser verde fosforescente nos dijo que siempre estuvo allí porque la distancia no existe, pero supe que no se refería al piletón de Agua de los Andes porque en realidad todos estamos en todas partes y en ninguna. Entonces trató de tranquilizarnos y nos dijo que después de saber esa verdad podíamos vivir nuestras vidas de siempre.
No es más que un juego, nos dijo. ¿Cómo se le ocurre decir que la vida es sólo u juego?, le preguntó Carla Cruz, y poniendo gesto de sabio en alguna parte de su cuerpo delgado de tres brazos, el ser verde fosforescente nos dijo que si la vida fuera algo serio, la muerte no existiría, cosa que nos sonó de lo más natural una vez que la escuchamos.
Entonces fue que Carla Cruz comprendió la lógica de esa nave y salió corriendo como si sus paredes lisas y metálicas no existieran, que era lo que realmente sucedía porque las atravesó al tiempo en que la seguimos, corriendo los cuatro entre las pilas de adobes de esa calle del barrio San Francisco.
Pero haberlo descubierto pareció enojar al ser verde fosforescente, quien comenzó a dispararnos con una pistola de rayos que quemaba el suelo allí donde pegaban sus tiros. Carla Cruz fue también la que descubrió ese mecanismo y se tranquilizó para caminar lento, como si nada pasara, y nada más pasó.
Armando, el Varela y yo seguimos tras ella hasta mi casa, donde nos sentamos a digerir todo lo que nos había sucedido desde que los perros de mi vecino le ocharan a la noche. Fue entonces que volvimos a escuchar la voz del ser verde fosforescente.