inicia sesión o regístrate.
Laberintos humanos. Hipnosis sutil
Los perros ignoraban que éramos incapaces de fabricarles vino torrontés, ni de ninguna uva, y ese secreto nos permitía sobrevivir. Sólo podíamos ganar tiempo y confiábamos en que llegando a la habitación de Armando, acaso le escucháramos un concejo inteligente, cuando lo vimos aparecer por la esquina.
Ninguno de los perros, que evolucionaron hasta ser superiores a la humanidad, se atrevió siquiera a ocharle, y eso nos sorprendió. Entonces el perro bípedo, que había tomado la palabra en representación de su especie, nos dijo que el Abuelo Virtual se había pasado de su bando. Armando asintió con una sonrisa triste.
El perro bípedo nos informó que lo habían sometido a una hipnosis sutil que no iban a aplicar al resto de nosotros porque bajo su mando no sabríamos fabricarles vino torrontés, que era lo que querían. Sólo por eso siguen vivos, nos aclaró para tranquilizarnos. Armando se acercó a nosotros y nos ordenó que lo hiciéramos.
Háganlo, nos dijo con la sobriedad de la palabra necesaria. De eso dependen sus vidas, dijo pero Carla Cruz descubrió la estrategia a seguir. Le dijo que, para hacer más vino, necesitábamos de esas cajitas que hay en la estantería del almacén y de un par de fardos de gaseosa. El Varela y yo comprendimos en el acto su intención de macharlos hasta que perdieran su superioridad.
Los guiamos hasta el almacén y en el acto empezamos a quimiquear la bebida que machara a la jauría. Sacamos un tanque de saratoga carnestolenda y vertimos en su vientre nuestra última esperanza.