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25 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Si hay mala educación y sumás desnutrición, todo se complica

Sabado, 03 de octubre de 2015 00:00
Marcelo Scaglione estudió economía en la UBA. Luego obtuvo la Maestría de la prestigiosa Escuela Nacional de Administración (ENA) de Francia. Ayer estuvo en Salta brindando una conferencia sobre "ciudades inteligentes" y dialogó con El Tribuno.
¿Qué significa una ciudad inteligente?
En los últimos años me especialicé en tres grandes problemáticas que son importantes para el desarrollo de Argentina y Sudamérica. El primero es la integración regional, que es un tema donde estamos bastantes parados y donde se podría avanzar más. El segundo tema es la competitividad sectorial y regional, para ver cómo hacer que nuestras regiones sean más competitivas para que Argentina salga al mundo; porque en industrias y servicios es donde tenemos ventajas. Y el tercer tema es la construcción de ciudades inteligentes que es el tema que hoy (por ayer) tratamos. Es decir, de qué manera podemos aplicar la tecnología a la gestión pública para que mejore la calidad de vida de los ciudadanos y, de esa manera, provoque ahorros en los presupuestos municipales, nacionales y provinciales. Buscamos que eso se traduzca en un impacto económico porque una ciudad inteligente es una ciudad más competitiva, desarrollada y donde la economía significa más empleo.
Pero en Salta, y Argentina, las intendencias están empeñadas en gastar más plata...
El tema no es cuánto se gasta sino el cómo se gasta y cuál es el impacto del gasto. Uno puede decir: tengo un presupuesto y lo gasto; y ahí está el concepto de eficacia. Tengo 100 millones de pesos y lo destino a las escuelas. Sos eficaz si ese dinero llega a las escuelas. Pero eso no quiere decir que seas eficiente porque por el mismo trabajo lo podrías haber hecho con 50 millones. Además se puede ser eficaz en la gestión y eficiente en el gasto sin tener impacto. Entonces vos podés gastar 50 millones y sin embargo no tenés impacto porque los chicos están mal formados, porque no es buena la infraestructura, porque hay paros docentes, porque hay ausentismo. En Argentina tenemos que tender a ordenar los presupuestos en cualquier instancia, primero planteando metas.
En Salta, por ejemplo, se gastó dos veces en varias obras y uno comienza a sospechar...
Evidentemente es un sistema que no está organizado en establecer metas como ser desnutrición o analfabetismo cero, reducción de la violencia en las calles. Esas metas se pueden medir, pero para eso tenés que tener un buen sistema de información que permita medirlo; sin eso no sirve para nada. Luego está en asignar los recursos.
¿Existe algún ejemplo de lo que usted propone?
Un ejemplo muy concreto es Francia. En el 2000 se aprobó una reforma en la administración financiera muy parecida a la que hizo Menem en su momento cuando estaba Cavallo, en el año 94, quien reformó varios conceptos en administración financiera y gasto público. Pero allá (Francia) con un acuerdo entre todos los partidos políticos: la derecha y la izquierda y la ley la votaron de manera unánime.
¿Y tuvo buenos resultados?
Esta reforma significó que todo gasto tiene que tener una meta cuantificable. Es decir que el presupuesto de Educación se da para disminuir en un porcentaje el analfabetismo. Cuando llega el momento de discutir el presupuesto del año siguiente primero se discuten las metas. Y los ministros van a la Asamblea Nacional y rinden cuentas con los números. A veces en Argentina aprobamos los presupuestos de hace 10 años atrás. En Francia entonces cuando un ministro pide aumento de presupuesto tienen que darles los números. Si no tiene buenos indicadores se abstiene de pedirlo. Entonces se genera mayor racionalidad en el gasto público. Luego tenés un rol muy importante en el Tribunal de Cuentas francés quien es el encargado de controlar esto. Otra cosa es que la comisión de Hacienda siempre está en manos de la oposición del gobierno de turno. Luego hay una importancia en los medios de comunicación por los informes sobre los gastos.
Esa reforma pone en evidencia los objetivos cuantitativos y cualitativos que se puedan controlar y eso evita los abusos.
En Educación fue muy criticado el modelo, porque se vinculaba la calidad con la cantidad de egresados. En el menemismo hubo consecuencias graves en las universidades...
Lo viví siendo estudiante y dirigente estudiantil. Pero de alguna manera tenés que tener indicadores que permitan medir cómo estás gestionando. Un indicador de calidad educativa en una universidad te da una foto, en un instante preciso. Si vos tenés una mala educación primaria y secundaria, y le sumás desnutrición infantil todo se complica. Entonces un chico desnutrido va a una escuela primaria donde la calidad es mala porque el gobierno no asigna bien los recursos, después pasa al secundario a donde pasás de año porque no se puede hacer repetir, y es lógico que llegás a la universidad con un mal indicador. Pero se debe decir que el problema no está en la universidad sino que hay que ir bajando en los niveles para saber. Entonces ese indicador por sí solo no dice nada, pero con otros tenés un mapa más completo. Una persona que llega a la universidad es el resultado de 20 años de políticas educativas y sanitarias que no se miden.
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Marcelo Scaglione estudió economía en la UBA. Luego obtuvo la Maestría de la prestigiosa Escuela Nacional de Administración (ENA) de Francia. Ayer estuvo en Salta brindando una conferencia sobre "ciudades inteligentes" y dialogó con El Tribuno.
¿Qué significa una ciudad inteligente?
En los últimos años me especialicé en tres grandes problemáticas que son importantes para el desarrollo de Argentina y Sudamérica. El primero es la integración regional, que es un tema donde estamos bastantes parados y donde se podría avanzar más. El segundo tema es la competitividad sectorial y regional, para ver cómo hacer que nuestras regiones sean más competitivas para que Argentina salga al mundo; porque en industrias y servicios es donde tenemos ventajas. Y el tercer tema es la construcción de ciudades inteligentes que es el tema que hoy (por ayer) tratamos. Es decir, de qué manera podemos aplicar la tecnología a la gestión pública para que mejore la calidad de vida de los ciudadanos y, de esa manera, provoque ahorros en los presupuestos municipales, nacionales y provinciales. Buscamos que eso se traduzca en un impacto económico porque una ciudad inteligente es una ciudad más competitiva, desarrollada y donde la economía significa más empleo.
Pero en Salta, y Argentina, las intendencias están empeñadas en gastar más plata...
El tema no es cuánto se gasta sino el cómo se gasta y cuál es el impacto del gasto. Uno puede decir: tengo un presupuesto y lo gasto; y ahí está el concepto de eficacia. Tengo 100 millones de pesos y lo destino a las escuelas. Sos eficaz si ese dinero llega a las escuelas. Pero eso no quiere decir que seas eficiente porque por el mismo trabajo lo podrías haber hecho con 50 millones. Además se puede ser eficaz en la gestión y eficiente en el gasto sin tener impacto. Entonces vos podés gastar 50 millones y sin embargo no tenés impacto porque los chicos están mal formados, porque no es buena la infraestructura, porque hay paros docentes, porque hay ausentismo. En Argentina tenemos que tender a ordenar los presupuestos en cualquier instancia, primero planteando metas.
En Salta, por ejemplo, se gastó dos veces en varias obras y uno comienza a sospechar...
Evidentemente es un sistema que no está organizado en establecer metas como ser desnutrición o analfabetismo cero, reducción de la violencia en las calles. Esas metas se pueden medir, pero para eso tenés que tener un buen sistema de información que permita medirlo; sin eso no sirve para nada. Luego está en asignar los recursos.
¿Existe algún ejemplo de lo que usted propone?
Un ejemplo muy concreto es Francia. En el 2000 se aprobó una reforma en la administración financiera muy parecida a la que hizo Menem en su momento cuando estaba Cavallo, en el año 94, quien reformó varios conceptos en administración financiera y gasto público. Pero allá (Francia) con un acuerdo entre todos los partidos políticos: la derecha y la izquierda y la ley la votaron de manera unánime.
¿Y tuvo buenos resultados?
Esta reforma significó que todo gasto tiene que tener una meta cuantificable. Es decir que el presupuesto de Educación se da para disminuir en un porcentaje el analfabetismo. Cuando llega el momento de discutir el presupuesto del año siguiente primero se discuten las metas. Y los ministros van a la Asamblea Nacional y rinden cuentas con los números. A veces en Argentina aprobamos los presupuestos de hace 10 años atrás. En Francia entonces cuando un ministro pide aumento de presupuesto tienen que darles los números. Si no tiene buenos indicadores se abstiene de pedirlo. Entonces se genera mayor racionalidad en el gasto público. Luego tenés un rol muy importante en el Tribunal de Cuentas francés quien es el encargado de controlar esto. Otra cosa es que la comisión de Hacienda siempre está en manos de la oposición del gobierno de turno. Luego hay una importancia en los medios de comunicación por los informes sobre los gastos.
Esa reforma pone en evidencia los objetivos cuantitativos y cualitativos que se puedan controlar y eso evita los abusos.
En Educación fue muy criticado el modelo, porque se vinculaba la calidad con la cantidad de egresados. En el menemismo hubo consecuencias graves en las universidades...
Lo viví siendo estudiante y dirigente estudiantil. Pero de alguna manera tenés que tener indicadores que permitan medir cómo estás gestionando. Un indicador de calidad educativa en una universidad te da una foto, en un instante preciso. Si vos tenés una mala educación primaria y secundaria, y le sumás desnutrición infantil todo se complica. Entonces un chico desnutrido va a una escuela primaria donde la calidad es mala porque el gobierno no asigna bien los recursos, después pasa al secundario a donde pasás de año porque no se puede hacer repetir, y es lógico que llegás a la universidad con un mal indicador. Pero se debe decir que el problema no está en la universidad sino que hay que ir bajando en los niveles para saber. Entonces ese indicador por sí solo no dice nada, pero con otros tenés un mapa más completo. Una persona que llega a la universidad es el resultado de 20 años de políticas educativas y sanitarias que no se miden.
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