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Laberintos humanos. El karma y la olivetti

Martes, 10 de noviembre de 2015 12:08
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Laberintos humanos. El karma y la olivetti

Dicen que uno es la suma de sus actos, cosa que los hindúes entienden por la ley del karma y un viejo amigo solía enunciar como que no esperes otras cosa que una resaca después de una noche de borrachera. Lo decía con la autoridad que da el fracaso, porque nadie sabe más de causas y de consecuencias que aquel que le pifió en la vida.

Por eso supe escucharlo, tengo sumo respeto por esa gente que soñó con atravesar los mares y terminó vendiendo biromes en los ómnibus, cosa que no desmerece a nadie pero que se achica al ser comparada con las ilusiones previas. Entre otras cosas, ese viejo amigo escribió una novela voluminosa.

Se trata de la vida de Isidoro Cañones, ese play boy inigualable, modelo de más de una figura pública y alguien que uno siempre quiso tener a su lado la noche en que salió a divertirse, y de quien ya había publicado pantallazos fragmentarios, en formato de historieta, el gran Dante Quinterno, a quien aún la literatura nacional le debe incluirlo entre sus próceres.

La versión de este buen amigo mío no era en historietas sino en la forma de una novela biográfica, acaso seducido por el prestigio de este género por sobre el de los cuadritos ilustrados, obra que de todos modos no concluyó, y menos publicó, y que alguna noche de hace ya un cuarto de siglo nos leyó, a mí y a otros cófrades, en la larga vigilia de un bar.

Entonces no se escribía en word sino en Olvietti, un cilindro con teclado en el que se colocaba una página en blanco sobre la que se tipeaban las palabras del texto.

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