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Este adolescente creció en la adversidad, pero su realidad no le impidió lograr el segundo mejor promedio del municipio de Tartagal. Su historia de vida, su esfuerzo y sus deseos de salir adelante lo hicieron merecedor de esta distinción que establece, además, una beca en una universidad privada para continuar con sus estudios superiores.
Adriana Tejerina, presidenta del Centro de Empresarios, precisó que el reconocimiento que por octavo año consecutivo entregan "no es un premio, sino un reconocimiento al esfuerzo y un ejemplo que demuestra que, para lograr los objetivos, ni las privaciones físicas ni materiales por las que pasan tantos niños y adolescentes, son impedimentos. El año pasado la distinción la recibió una adolescente ciega que, sin embargo, fue abanderada y hoy está cursando el primer año en la Universidad Siglo XXI becada por nuestra institución".
Este año están realizando las gestiones para que también Leonel tenga ese beneficio, pero la transición que se vive en el país demora la confirmación, aunque los empresarios confían en que podrá cursar sus estudios universitarios "porque merece tener todas las posibilidades", remarcó Tejerina.
Vender pan y empanadas
Leonel tiene 17 años y vive en Zanja Honda, ubicado a 7 kilómetros al norte de Tartagal y es el mayor de 5 hermanos, uno de ellos con una discapacidad leve. Con sencillez le muestra a El Tribuno las cinco medallas que recibió por ser un alumno de excelencia. "La del Centro de Empresarios fue por mi promedio de 9,86 y por mi esfuerzo", dice con humildad.
Sale todos los días de su casa a las 12.30 y camina un kilómetro y medio, aunque llueva o hagan 43 grados, para llegar a la escuela rural 4146. Aproximadamente a las 13 llega al establecimiento, allí se asegura el almuerzo y cumple el horario de clases que se extiende hasta las 19. Pero durante la mañana, Leonel ya realizó su primera tarea: vender el pan casero que su mamá prepara y que significa una ayuda al sustento familiar, porque logra recaudar unos 100 pesos diarios. La familia Segundo perdió al jefe de familia en 2011 y desde entonces, él como hermano mayor y su mamá son los responsables de que sus cuatro hermanitos menores coman todos los días.
Mejor calidad de vida
Leonel se expresa con naturalidad, pero en sus palabras deja entrever que es un chico diferente a la mayoría de los adolescentes, en el mejor de los sentidos. "Yo me propuse estudiar porque quiero tener un título y darle a mi madre y a mis hermanos una mejor calidad de vida; quiero que vivan en un lugar más cómodo". Es que viven en una sola habitación con piso de tierra, en los denominados módulos habitacionales, donde se cocina, se duerme, se juega y se estudia en un espacio de cuatro por cuatro. Como trabaja a la mañana y va al colegio por la tarde, solo puede estudiar durante la noche, pero con una gran dificultad: "no tenemos luz, por eso alumbro los libros y mis apuntes con una linterna. Tampoco tenemos agua corriente y la acarreamos en baldes. Por todo esto necesito tener un título", reafirma con toda convicción.
Cómo seguir
A Leonel le encantan las matemáticas y sin perder tiempo, se anotó en el profesorado del terciario en Tartagal. No obstante, ahora se le presenta otra gran dificultad y es pagar el pasaje de $24 para ir y volver todos los días, además de comer alguna colación, porque el horario es de 19 a 24. Hasta ahora comía en la escuela rural.
Pese a todo, está empeñado en seguir adelante y se anima a lanzar una sugerencia para los chicos de su edad: "Aprovechen las oportunidades, porque una buena formación les asegurará un buen futuro; sin educación no hay nada", afirma este abanderado en la escuela primaria y secundaria, segundo promedio tartagalense, con solo cinco faltas en todo el nivel medio y con el mejor antecedente de comportamiento.