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Construyen una casa para una familia indigente y numerosa

Jueves, 31 de diciembre de 2015 01:30
<div>Avance que presenta la obra, y los vecinos solidarios trabajando en lo que será la casa de Rosalía y sus hijos.</div><div>
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La comunidad de General Gemes tuvo un 2015 lleno de acciones solidarias, por lo que fueron muchas las actividades realizadas en beneficio de personas que por problemas de salud necesitaban dinero para una operación o tratamiento.
Grupos solidarios organizaron peñas, rifas, jineteadas, bicicleteadas y hasta un partido de rugby, y en cada propuesta la respuesta de los vecinos fue altamente satisfactoria. El esfuerzo de algunos y el sentido solidario de otros permitió operaciones de ojos, cerebrales, tratamientos de quimioterapia, costear gastos por internaciones, etcétera.
Pero entre tantos, uno se destaca porque además del esfuerzo económico involucra un esfuerzo físico e inversión de tiempo a largo plazo. Se trata de la construcción de la vivienda para Rosalía Soto, quien perdiera lo poco que tenía en su precaria vivienda, construida de palos, barro y paja en el paraje de Madre Vieja, debido a un voraz incendio provocado por la explosión de una garrafa de gas en mal estado.
Corazones calientes
Los hermanos Israel y Cristian Maza, ambos de profesión peluqueros, quienes desarrollan su actividad en Gemes, se hicieron eco del desesperado pedido de Rosalía, que recibió de la comunidad una gran cantidad donaciones y, por parte de la comuna, ladrillones, cemento y chapas para reconstruir su casa.
Pero, al no contar con dinero, para ella era imposible pensar en levantar cuatro paredes. Por eso, Israel y Cristian le prometieron viajar todos los domingos hasta Madre Vieja para levantar la vivienda a pesar de sus limitados conocimientos de albañilería. Por suerte se les sumó Elio Romano, albañil, que se transformó en el arquitecto del proyecto junto a Jorge López, otro vecino de Gemes que no quiso quedarse al margen de este llamado solidario.
Los cuatro, desde el pasado 11 de octubre, invierten su tiempo libre para hacer realidad el sueño de Rosalía y sus 7 hijos. Los voluntariosos vecinos no quisieron que las dimensiones de las casa sean las mismas que la original, debido a que era muy chica para una familia numerosa.
Por eso pensaron en un ambiente más grande, con un cuarto y un baño, lo cual requiere de un mayor esfuerzo y más cantidad de material, lo que por suerte va llegando por el corazón solidario de la gente.
Todavía falta material
"Nos van a faltar unos 600 ladrillos y unas 8 chapas, también cemento, porque queremos hacerles un piso, nos hubiese gustado terminarla antes de las lluvias pero no va a ser posible. Lo importante es que cada domingo se nota un avance importante de la obra", expresó López.
Rosalía Soto y su familia actualmente se encuentran alojados en la casa de una familia vecina. Todos están muy incómodos y de allí la urgencia de terminar su nueva casa.
"Mis hijos son chicos pero estoy muy agradecida con la gente de Gemes y a esas personas que están haciendo mi casa, nunca pensé que hubiera gente así tan buena", expresó.
Barriada paupérrima y sin agua
Los niños de Madre Vieja, al igual que sus familiares, consumen casi siempre agua de una acequia de riego de productores tabacaleros. Pero ese canal arrastra muchísimas partículas de los agroquímicos que los productores utilizan en sus cultivos.
Por eso la salud de los más pequeños se ve vulnerada, lo que se nota en la piel, que en casi todos ellos presenta distintos tipos de erupciones, a las que hay que agregar lesiones cutáneas propias de leishmaniasis.
La pequeña población, de unas 12 familias en el asentamiento de Madre Vieja, se instaló a principios del 2000 en un predio inundable, salitroso y alejado de todo tipo de servicio. Las precarias viviendas, confeccionadas la mayoría con palos, paja, barro y plásticos, iban a ser usadas solo durante la temporada de cosecha del tabaco. Pero todo aquello que comenzó como provisorio se transformó en permanente con mucha frecuencia entre la gente de escasos recursos.
Como consecuencia, la calidad de vida de las familias asentadas se tornó paupérrima; sin ningún tipo de servicio y alejadas de todo, sufren el frío y las lluvias que constantemente inundan el sector.
Actualmente, tienen energía pero no agua potable, la que se les suministra por medio de un camión cisterna de la Mucicipalidad. Lamentablemente, en tiempos de calor la entrega se hace insuficiente, por lo que recurren al agua de la acequia.
"Se podrían usar las vertientes que hay cerca, traer el agua por cañerías, construir un tanque y almacenar allí agua segura", dijo el vecino Cristian Maza.
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