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Laberintos humanos. Mentir para vivir | Laberintos Humanos

Martes, 26 de mayo de 2015 00:00
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Laberintos humanos. Mentir para vivir

Cuando el bajito empezó a apedrear al alto, Carla Cruz comprendió que se trataba de un par de locos y siguió su camino. Y por el camino abrió la tapa de su teléfono celular para ver qué decía el Abuelo Virtual de todo aquello, y vio en la pantalla su rostro y le escuchó la voz metálica diciendo que todos nos mentimos para poder vivir.

Conforme vamos envejeciendo, dijo el Abuelo sabio, las mentiras que tejemos para vivir se nos vuelven una coraza más y más dura, más y más necesaria pero que nos separa por completo de la realidad. Algunos, como esos hombres, caen así en la locura. Otros pueden sostener esas mentiras con algo de decoro.

Carla Cruz miró hacia la pantalla de su teléfono para preguntarle si el amor era también una de esas mentiras. Puede que lo sea, le dijo el Abuelo Virtual, puede que lo sea, y Carla Cruz miró hacia lo bajo, hacia el valle, de donde subía una nube espesa y negra que, le había dicho el hombre solitario del abra, era del paso de la gente que huía de los Varela.

¿Y no hay una manera de vivir sin engañarnos a nosotros mismos?, le preguntó la muchacha al teléfono celular con el que hablaba cuando una ráfaga de viento quiso robarle el equilibrio. Se tambaleó junto al barranco y se agarró de la rama de un árbol que atravesaba el camino. No cayó al abismo, pero perdió su teléfono, que rodó entre las piedras.

Carla Cruz miró hacia abajo con desesperación. ¿Qué iba a hacer si perdía los consejos del Abuelo Virtual? Sin su amado Pablo y sin las palabras sabias, ¿cómo podría seguir su camino?

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