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El origen de las opiniones

Jueves, 18 de junio de 2015 14:49
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El origen de las opiniones

Las convicciones son una guía inequívoca del honesto proceder en defensa de las ideas. Pero aún las convicciones adolecen, a veces, de un virus llamado fanatismo o fundamentalismo tan en boga hoy. El fanatismo anula el poder de análisis e invalida el discernimiento. Los principios abrevan en la ética, y están más allá de las convicciones. En el ámbito político es imaginable que las posiciones respondan a las convicciones, sin embargo desgraciadamente en muchos casos los posicionamientos y las acciones se rigen por construcciones de poder que se alejan de principios y diluyen convicciones, en pos de ambiciones personales. La importancia de las convicciones en el accionar de los partidos políticos reside en que las voluntades deben encolumnarse tras de objetivos compatibles con esas convicciones y en el marco ideológico del partido en cuestión. Y es allí donde cobra importancia el concepto de convicciones descripto. Estos deben ser siempre consecuencia de aquellas. La experiencia nos enseña a los argentinos que no es así. El cambio de partido es moneda corriente y solo dos explicaciones caben; o no había convicciones o el partido no tiene una línea con suficiente sustento político y doctrinario. Lo que hace difícil valorar las posiciones no es la legitimidad de aquellas, sino el móvil. Cuando algún interés singular o particular oculto, anima a ciertos actores, la falta de uniformidad de móviles desvirtúa en mucho el consenso constructivo. Concluyendo, reconocer legitimidad a una posición no debe interpretarse como aceptación de su móvil, a veces será así pero a veces el móvil resultará indefendible. Viene a cuento aquello de actitudes explicables pero no justificables. Conseguir que los componentes de un grupo, cualquiera sea su buen fin, tengan móviles similares y uniformidad en sus referencia éticas, es madurez institucional y fórmula del mejor logro.
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