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Al principio nadie se acercó pero cuando el motor apagó, algunos se animaron. Vieron bajar a un hombre rubio y flaco que, muy sonriente, les hacía señas amistosas. El primero que llegó hasta él fue el comisario, don Juan Torres. Conversaron unos momentos y luego se encaminaron para la comisaría, donde seguramente se registraría semejante novedad.
Un avión perdido
Lo que ni el comisario Torres ni los amblayenses sospechaban era que ese avión que acababa de aterrizar en Amblayo ya estaba siendo buscado afanosamente por las autoridades aeronáuticas de la Argentina, Chile y Paraguay. Es que la aeronave, que venía de Estados Unidos, había partido a las ocho de la mañana de Antofagasta y debía llegar a Salta tres horas después, es decir a las 11. Aquí debía reaprovisionarse y proseguir viaje al Paraguay. El sábado a la tarde, las autoridades de El Aybal dieron al avión como extraviado y dijeron que habían dos posibilidades: que hubiera realizado un aterrizaje forzoso o sufrido un accidente. Dos días después, el lunes 5 de abril a la mañana, llegó una información a la Central de Policía. En la comisaría de La Viña se había presentado un propio del comisario de Amblayo diciendo que, en esa localidad, el sábado había aterrizado un avión. "Se trata -decía el manuscrito del comisario Torres-, de un avión marca Nozerman", piloteado por un ciudadano norteamericano que dice ser Ralpf Adams". El informe contenía, además, un pedido de aeronafta para que al piloto pudiera volar hasta El Aybal.
El miércoles 7 de abril, cuando los integrantes del Centro Coordinador de Búsqueda y Salvataje de El Aybal estaban a punto de partir a Amblayo, llegó sorpresivamente a Salta el piloto Adams. Se había largado a lomo de mula desde Amblayo a La Viña y desde allí en cochemotor hasta nuestra ciudad.
El excombatiente
Ralpf Adams permaneció en nuestra ciudad 24 horas. Entonces le contó a El Tribuno las peripecias vividas, no solo de Antofagasta a Amblayo, sino también de su pasado como aviador militar. "Salí de Antofagasta -dijo- con nafta como para volar cuatro horas y media, ya que el vuelo a Salta no debía durar más de tres horas. Hasta San Antonio de los Cobres todo fue normal, hasta que me di cuenta de que la radio no funcionaba y que necesitaba instrucciones de El Aybal para sortear los cerros y las nubes que me cerraban el paso. Fui hacia el sur hasta que vi un claro. Pensé que allí podía bajar pero, al aproximarme, vi que era muy cerrado y entonces resolví retornar buscando otro claro. Volé casi una hora hasta que pasé sobre Amblayo, donde vi una cancha de fútbol que ofrecía algo parecido a una pista. Di unas vueltas, hice un paso rasante, apagué los pasos de nafta y aterricé. La gente nunca había visto un avión pero fui atendido a cuerpo de rey. Como la nafta que me quedaba era poquísima me vi obligado a bajar en el primer terreno apto", agregó. Cuando se le preguntó sobre sus datos personales, Adams contó que era de Emory, Texas, hijo de madre española y padre norteamericano; que había sido piloto de Royal Air Force en la Segunda Guerra Mundial y que, de regreso a EEUU, había participado de la guerra de Corea. Finalmente contó que, una vez que rescatara el avión de Amblayo, debía continuar viaje a Asunción para entregarlo a una línea aérea paraguaya que lo había adquirido en EEUU.
El rescate
El 8 de abril Adams tomó el cochemotor a La Viña y de allí siguió a caballo hasta Amblayo, de donde regresó al día siguiente en su avión. El lunes 12 partió al Paraguay y, meses después, se comunicó con el aeropuerto El Aybal para informar que había solicitado a la Sociedad Geográfica de Washington la inclusión del pueblo de Amblayo en las cartas de vuelo para los pilotos internacionales, lo que ocurrió poco después. Prometió volver a Salta porque "aquí nací de nuevo", dijo, pero por aquí nunca más pasó.