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Los sonetos de Sutti

Domingo, 12 de julio de 2015 14:07
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Los sonetos de Sutti

Tal vez resulte irreverente que alguien que no viene del campo de las letras se decida a hacer de crítico de un libro de poesías. Para muchos las ciencias, las artes y la cultura están tabicadas en compartimentos estancos y acercarse a un campo ajeno resulta una osadía.
Aún con el riesgo de cometer un acto de sacrilegio para los cultores del canon voy a transitar los senderos laberínticos de un libro de poesías.
Algo intenté, con más o menos éxito, cuando abordé la obra minera de Manuel J. Castilla, especialmente su libro Copajira y en otra ocasión a Jaime Dávalos, autor de la Zamba del Minero que inmortalizaran, entre otros, Mercedes Sosa y Jorge Cafrune.
Esta vez es diferente. Me he zambullido en la lectura de un bellísimo libro de sonetos que escribió recientemente mi dilecto amigo de la adolescencia, Marcelo "Pajarito" Sutti, hijo del recordado maestro José Sutti, gran espíritu musical que supo dirigir numerosas orquestas salteñas.
Siendo muy jóvenes supimos crecer en un mismo barrio de calles de tierra, los Sutti y nosotros, en la zona oeste, más o menos entre San Juan y Mendoza por un lado y Ayacucho y Talcahuano por el otro.
Fuimos habitué de las plazas Gurruchaga y Alvarado, buscadores de fósiles en el cerro San Bernardo y también cazadores de urpilas en los campos al sur del río Arenales. Toda una geografía que ha desaparecido para transformarse en nuevo paisaje urbano.
Veo el libro y se me agolpan en la mente cientos de imágenes de nuestros padres, hermanos y amigos. Muchos ya no están. Otros han cambiado su lugar. Los menos permanecen atados a un destino visceral.
Tal vez sea el momento de rendir un homenaje a Hugo "Huguito" Castillo, nuestro querido amigo de la niñez, que nació con síndrome de Down y todavía vive rodeado del afecto familiar habiendo superado largamente las seis décadas de vida y que tal vez sea un ejemplo único en esta región del mundo.
Marcelo Rafael Sutti vivió algunos años en Londres, Inglaterra. Regresó a Salta dueño de una rica cultura musical, la genética y la adquirida, e ingresó en la Orquesta Sinfónica de Salta al momento de su creación en tiempos del maestro venezolano Felipe Izcaray. Allí ejecuta el contrabajo en su faz profesional.
En sus tiempos libres hace volar la imaginación para volcarla en el papel convertida en bellas poesías. Para ello cuenta con el aval de un mentor con mayúsculas como es el gran poeta salteño Jacobo Regen. El que habría de inmortalizar la metáfora del vendedor de tierra, tal vez su poema más sublime.
Sutti no es un principiante. Por el contrario ha publicado varios libros y ganado algunos premios importantes, entre ellos el primer premio de los Concursos Literarios Provinciales, en la categoría Poesía autores éditos de 2011, por su libro de poemas "Viaje Quieto".
Ha publicado también "Desde entre las espinas" (1980), "Crepúsculo de Tierra", ilustrado por Alberto Elicetche en 1993, "Marcapasos" en colaboración con José Nacucchio (2011), "Libertad Vigilada" (2012) y "Sonetos Imaginarios", para ciegos en sistema Braille (2014).
Fue incluido en la antología "Cuatro siglos de la literatura salteña" realizada por Walter Adet en 1981 y también en la antología "La Nueva Poesía de Salta", de Horacio Armani en el año 1994.
Con olor a tinta fresca, Sutti nos entrega ahora un nuevo libro de sonetos "Cuento a Gotas", en una hermosa y cuidada edición de Artes Gráficas Crivelli, dado a luz en la ciudad de Salta en abril de 2015.
Se trata de un pequeño volumen de 96 páginas y tamaño 19 x 13 centímetros.
Consta de 42 poemas, muchos de ellos dedicados a personas del medio, y carece de prólogos y presentaciones. Comienza con un poema titulado "Aire" y dedicado a su maestro Jacobo Regen y finaliza con un soneto titulado "Despedida", en homenaje a la memoria del desaparecido Miguel Ángel Pérez (Perecito), poema que ganó el Primer Premio del Concurso Internacional de Sonetos de la SADE, Dolores (Buenos Aires, 2013).
En la contratapa de "Cuento a Gotas" rescata las dos últimas estrofas del soneto Aire las que rezan: Toda la libertad acumulada / mientras dure la carga más preciada / en la paz interior de mis pulmones; / respirar es presente y es pasado, / y el aire es un poema evaporado / bendiciendo a la tierra con sus dones.
La mayoría de los poemas cantan directa o indirectamente al paisaje y a nuestra geografía, especialmente a los valles y quebradas, la Puna y sus salares, las abras y montañas, el clima y sus fenómenos, las rocas y también sus fósiles. Otros poemas se enfocan en la profundidad del alma humana.
Es una poesía íntima producto de quien ha viajado y ha observado, se ha nutrido de la esencia de la materia y su energía de la cual ha sublimado sus metáforas y filosofía.
Los sonetos están sometidos a una métrica rigurosa, no sobra una palabra y cada palabra pesa una tonelada. De allí que no es un libro para analizar sino para leer. Y para leer con mucha calma y paciencia, con espíritu tranquilo, sosegado, dispuesto a penetrar en ese profundo mundo suttiniano (­y valga el neologismo!). En "Río Negro", un río y su creciente le inspiran esta reflexión: Y en el sabor plateado de la espuma / deja toda la rabia acumulada / exhausto y con un mínimo de aliento / bebe su propio líquido, sediento / hasta caer rendido en la quebrada.
En "Cementerio", rescato: La muerte es una sombra que refleja / el cuerpo de otra sombra que se aleja / en los pasos del hombre consumido.
En "Teorías" remarca: En los granos de mica iridiscente / rota la luna es un país lejano / que los húmedos vientos del verano / hacen ir y venir mágicamente.
Para concluir: ¿Seré yo mismo acaso una apariencia, alguien que sólo existe en la conciencia / y al no pensarse más desaparece?
En "Presencia" vuelve sobre la metáfora del río y concluye: Nada se va del todo en un sudario / quedan las marcas del itinerario / un círculo vital que nunca cierra.
En "Granizo" rescata la potencia del aguacero de estos "diluvios trágicos y obscenos", con un final feliz: Ya no importa la furia pasajera / el fin del mundo es sólo una quimera / si existe una semilla que germine.
En "Salares" descubrimos en metáforas la génesis geológica en: "mar sin agua ni barco detenido / atestado de peces en la roca" o "leche de madre virgen, tus pezones / ofrendan en volcanes de pasiones / el alma de la tierra prometida".
"Fósiles", mi poema favorito y dedicado, rescata nuestras andanzas en la adolescencia detrás de los trilobites del cerro San Bernardo. La primera estrofa es contundente y de una riqueza filosófica mayúscula: Símbolo de los vivo y lo concreto / siguen el derrotero del planeta / uniéndose el origen y la meta / bajo la extraña forma de un objeto/. El resto del soneto es un viaje de ida y de vuelta en el tiempo. Pero prefiero dejar que cada uno descubra sus propias joyas metafóricas en esta criptografía jeroglífica con que Sutti ha rescatado lo efímero del tiempo y del espacio de este, nuestro lugar en el mundo.
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