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Laberintos humanos. Trenes y no trenes | Laberintos Humanos

Martes, 14 de julio de 2015 00:00
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Laberintos humanos. Trenes y no trenes

Armando les contaba a Carla Cruz y al Varela de cuando conoció la mesa ovalada a la que se sentaban diez o doce inventores. Uno había dicho que un inventor responsable debe preguntarse si el invento en que trabaja es justo y necesario, y cuando Armando le preguntó si habían hecho alguno que pudiera regresarlo a su pueblo, le respondieron que no era necesario porque el tren ya existía.

Un tren es una larga procesión de vagones amarrados, tirados desde el frente por uno algo distinto, que tiene fuerza, y que se llama locomotora, dijo uno que era bajo y al que Armando se lo quedó mirando sorprendido. Conozco los trenes, dijo y el petiso se disculpó diciendo que les había preguntado si habían inventado algo para poder regresar a su pueblo.

Habría que inventar uno para que no pueda regresar, dijo otro que apoyaba su pesada cabeza en la mano izquierda. El codo izquierdo lo sostenía en la mesa ovalada, pensó unos instantes y dijo que eso debiera ser una especie de no tren, un vehículo incapaz de llevar a nadie a ninguna parte.

Sólo alcanzaría con que esa hilera de vagones no estuviera dirigida por uno distinto que tuviera fuerza, al que llaman locomotora, de suerte que los viajeros estuvieran todo el tiempo sentados sin moverse de su lugar. ¿Y para qué serviría un no tren?, le preguntó Armando.

Justamente para eso, para que usted no pueda regresar a su pueblo. Pero para no regresar a mi pueblo alcanza con que no me suba a un tren, dijo Armando. Su invento, disculpemé, no tiene nada de justo ni de necesario.

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