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Laberintos humanos. Pura intriga | Laberintos Humanos

Miércoles, 15 de julio de 2015 21:27
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Laberintos humanos. Pura intriga

Carla Cruz y el Varela no parecían creer que este relato fuera cierto. La mesa de inventores, tanto como la conversación que sostenían, eran algo inverosímiles. Carla Cruz se lo dijo, y el Abuelo Virtual le respondió que no era su culpa, porque el destino, después de dejar la casa de la difunta Anaclara Belustagain, lo había llevado bajo el balcón por donde caían los murmullos.

El Varela, que había nacido en llanos riojanos para sumarse a la montonera de su caudillo, sentía que todo ese cuento era pura intriga, pero entendía que debía llevar a alguna parte, y el Abuelo Virtual le dijo que todo lleva a alguna parte, y esta historia me iba llevando de regreso a mi pueblo.

Pasé entre los inventores algunos días. Me hicieron conocer los inventos más extraños que a uno pudiera ocurrírsele, y todos esos inventos eran cotejados con los estatutos, por los que muchos fueron desechados por injustos, por innecesarios o por inútiles. Finalmente, les dijo el Abuelo Virtual, un día dije que iba al almacén para comprar té y no regresé.

Sólo cuando estuve ya tan lejos como para no recordar adonde debía regresar, sentí que tampoco quería hacerlo. Pero me faltaba aún más gente por conocer, porque la ciudad es una extraña maraña de personas que viven juntas sólo por decida de alejarse. Así fue que el camino me llevó a la cocina de un departamento donde cenaba una familia.

Eran cuatro: la madre, el padre y los dos hijos, uno de cada sexo. Pasaban el día cada uno en su actividad, y al anochecer se reunían para cenar en silencio.

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