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Laberintos humanos. Pantalla terca | opinion

Lunes, 20 de julio de 2015 01:00
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Laberintos humanos. Pantalla terca

La mujer pensaba que su hija debía ser más considerada con Armando, quien con los años sería el Abuelo Virtual, pero la joven estaba nerviosa por no recibir una respuesta en su celular, o al menos por no recibir la respuesta que esperaba, y al tiempo en que asentía para no ocupar el tiempo que le tomaría desdecirla, seguía atenta a la terca pantalla.

Todo un tejido de pasiones tenía que ver con esos mensajes, o al menos de relaciones importantes. No era, sin embargo, un futuro más lejano que el de las dos próximas noches, ni algo más profundo que el roce olvidadizo, o al menos condenado al próximo olvido, pero no por ello de menor cuantía.

Leía cosas como: te aseguro que no, y con igual mala ortografía que acá no reproducimos, ella respondía que si estaba segura, cuando su interlocutora escribía que si ella era capaz de pensar que pudiera interesarle, sin especificar si hablaba del relleno de un sándwich, un hombre o alguna plataforma electoral.

No, escribía a su vez la hija de la señora enojada y del padre lector del diario, y lo hacía con tantas "o" como para dejar en claro, si es que ese era su objetivo, que ni por asomo se le hubiera ocurrido, y sonreía como si a alguien más en esa mesa pudiera tenerlo en cuenta y menos ese joven notoriamente provinciano, sin duda norteño sino extranjero, que vaya a saberse cómo había llegado a la mesa de su casa.

Armando empezó a sospechar la importancia que tenían esos pequeños aparatos en la juventud, y sospechó que alguna vez podría llegar a ser igual en su tierra.

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