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Laberintos humanos. Como en secreto | Laberintos Humanos

Miércoles, 22 de julio de 2015 00:00
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Laberintos humanos. Como en secreto

La idea de que con un celular se pudiera escribir la Biblia en tres días, aunque la dijo refiriéndose a la velocidad con que escribía la muchacha, no le resultó a Armando tan extraña como a los otros comensales pero la cosa quedó ahí. Su último significado iba a aclararse mucho después, cuando decidiera transformarse en el Abuelo Virtual.

Por lo pronto, sólo el hermano mayor de la muchacha entendió que aquello era algo más que una desubicación de provinciano y alzó los ojos. No por ello dejó de escuchar su música en los auriculares que le cubrían la cabeza, pero ya empezó a maquinar en la posibilidad de enseñarle algunas cosas.

Lo haría tras la cena, cuando el padre dobló en cuatro el periódico que fingía leer, la muchacha se encerró en su habitación para seguir con sus mensajes y la madre levantó la vajilla. Armando estaba ante esa mesa sin conocer a nadie ni ser conocido de alguno, sólo porque el portero le indicó que pasara al departamento del fondo del tercer piso.

El padre cerró ruidosamente la puerta del baño, la madre se volvió hacia la pileta y el muchacho se volcó sobre la mesa, como si estuviera por decir un secreto, y le dijo a Armando que acaso pudiera interesarle entrar al Túnel, sin tener necesidad de decirle cual era ni hacia donde conducía.

Pero el nombre sonaba lo suficientemente sugerente como la interesarlo, y en pocos minutos los dos estuvieron en la calle como viejos amigos o camaradas de causa, buscando con las manos en los bolsillos la apertura que acaso nadie más conociera.

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