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Laberintos humanos. Entre mis libros | La ficción, Ricardo Dubin

Lunes, 27 de julio de 2015 00:00
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Laberintos humanos. Entre mis libros

La muchacha estaba cubierta por el poncho de los brazos de su hombre, de quien con el tiempo también escucharía cuentos maravillosos de los llanos riojanos, aunque esta vez fue Carla Cruz quien me resumió la historia de Armando, ese joven que había bajado a la ciudad como tantos, pero que tras un largo y doloroso andar da con la casa de esa familia de la que el hijo le indica el camino del Túnel.

Hasta ahí nos contó el Abuelo Virtual, dijo la moza mirándolo como para que continuara, y entonces el hombre se paseó entre mis libros apilados conforme los fui releyendo, y revisando títulos firmados por Cervantes y Ovidio pero también por Burroughs y Armanini, por Ernesto Aguirre tanto como por Kawabata, se sentó y siguió contando.

Nos dijo que había entrado al Túnel junto al hijo mayor de aquella familia con la que cenara, y que la puerta que bajaba comenzaba en el mismo sitio en que subían los escalones de la iglesia. Luego, unas sombras, pero sabíamos que no caminábamos solos sino entre centenares de personas que buscaban cada quien su sitio.

Y había allí gente de toda calaña: desde aquellos que huían hasta los que buscaban, quienes dejaban atrás un acto innoble que se negaban a purgar y quienes, como yo, estaban de regreso. Santos y energúmenos, sabios y evadidos, todos teníamos en común el haber descubierto el Túnel. Todos estábamos allí porque dimos con un resquicio que nos liberara.

Y lo mío, que era regresar para ponerme al servicio de quienes requirieran consejo, era un andar entre esos tantos otros rastros.

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