inicia sesión o regístrate.
Laberintos humanos. Desapercibidos
La Fiesta de los Estudiantes andaba en sus nacientes cuando llegaron Armando, Carla Cruz y el Varela a nuestros pagos y tiempo, y mi primer trabajo fue conseguirles vivienda y fama, porque nadie pasa desapercibido en un pueblo si no tiene memoria para contar. Como de tantos otros, tampoco de ellos se dijo lo que había sido.
Don Armando llamaban al Abuelo Virtual, que solo ejercía su consejería a través de su PC de tanto en tanto, como para despuntar el vicio o ante algún pedido desesperado. Abrazó la causa de las largas tardes y los paseos lentos, algún futbol los domingos y asado si se lo invitaba.
Había envejecido y su sabiduría radicaba en aparentarla. ¿Quién es capaz de reconocer un saber en tan escasa apariencia?, me preguntó como a la semana de haber llegado, y respondió que sólo aquellos que merecen escucharla.
Por eso será que al comienzo entraba a mi casa cada vez que pasaba por la puerta, pero con el correr del tiempo sólo batía sus palmas, alertando a la perra, cuando nos surgía lo que llamaba un trabajito, motivo por el cual comenzaba a apurarse, me convocaba y convocaba a Carla Cruz y al Varela, que vivían como un matrimonio silenciado pocas cuadras más abajo.
El Varela trabajaba de domador de caballos, cosa que no lo agitaba demasiado ni lo pretendía, a lo que le sumaban lo ganado en una u otra changa que se convertían en su principal ingreso. Pero a la voz de mando del Abuelo Virtual corría como si en un segundo de tardanza le fuera el éxito o el fracaso, cosa que no era cierto.