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Laberintos humanos. Resolviendo entuertos | Laberintos Humanos

Miércoles, 29 de julio de 2015 19:11
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Laberintos humanos. Resolviendo entuertos

Cuando el Abuelo Virtual nos convocaba, pasaba por la puerta de casa, batía palmas y seguía hacia lo del Varela y Carla Cruz dejando en el aire la estela de la ochada de mi perra, que flameaba al viento quebradeño como el anuncio patente de que entrábamos en acción. Y entrar en acción era el deber de resolver un entuerto.

Sólo Dios sabe cómo nos hicimos de ese extraño oficio. Con respecto a nuestra identidad, Armando tenía una idea clara: Batman cuenta con la enormidad de Ciudad Gótica, pero en Tilcara es imposible guardar un secreto, dijo. ¿Cuánto tardarían en saber quiénes somos?, preguntó agregando que además no se pondría ni machado una de esas mallas de dudosa virilidad.

No me sienta la capa ni esas calzas de bailarín, dijo como si alguien lo pudiera dudar, ni tampoco eso de andar vestido de indio bueno como hacía Patoruzú, así que si ser superhéroes depende de la facha, se quedan sin nuestros fieles y leales servicios. Que nos llame el que quiera solucionar sus problemas, no quienes quieran mostrar una foto rara.

A Carla Cruz le divertía mucho escucharlo, y si era cierto que le hubiera gustado lucir una de esas falditas cortas de Mujer Maravilla o trajes ajustados como la Gatúbela, tampoco le iba la vida en ello. Su novio, el Varela, era además un hombre sencillo, incapaz por ello de pensar que su mujer fuera a pasearse alardeando tantas curvas.

Yo, por mi parte, era demasiado conocido en el pueblo como para andar disfrazándome, así que seguimos los consejos de Armando: actuaríamos a cara descubierta.

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