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Los bebés están drogados en la panza de la mamá | Embarazos intoxicados

Sabado, 04 de julio de 2015 00:00
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Como cualquier adulto consumidor, el recién nacido también puede manifestar síndrome de abstinencia cuando la sustancia acumulada en su cuerpito se termina. Es el síndrome de abstinencia neonatal que puede manifestarse a través de síntomas neurológicos, afecciones gastrointestinales, problemas respiratorios y nerviosos, temblores, llanto agudo y continuo.
Cuando ese cuadro se presenta, los médicos del Hospital Materno Infantil abordan lo que llaman enfoque sistémico: al mismo tiempo que atienden al bebé hablan con la mamá y si hay factores de riesgo pasan ese abordaje al programa Salud Mental del Hospital, explicó Mario de Barco, jefe de la Unidad de Neonatología del Hospital.
Para graficar la gravedad de los cuadros que suelen enfrentar, el médico recordó cuando hace algunos años, nació en el hospital el bebé hijo de una consumidora de heroína. "­Cómo serían las manifestaciones neurológicas del recién nacido que sus convulsiones sacudían la termocuna!", recordó y sintetizó: "Son bebés drogados dentro de la panza de la mamá".
Del Barco explicó que, previa evaluación general, a esas criaturas se las somete a tratamientos con drogas, como las opiáceas, que tienen el mismo efecto que la droga que consumían en el vientre de la madre, solo que en dosis conocidas y que van disminuyendo paulatinamente, con controles de todos los signos vitales hasta que superan la abstinencia.
Sobre la futura y posible calidad de vida de esos niños, el médico explicó que el uso de sustancias tóxicas para el bebé tiene ver con cuánto consumió la madre, qué consume, en qué período de la gestación. Explicó que no es lo mismo que una mamá consuma cuando el bebé está en las primeras dos semanas del embarazo, que otra que consume cuando ya tiene cinco meses. En la primera etapa es cuando el bebé se desarrolla, se forma el cerebro, las sinapsis, se desarrollan los órganos.
Agregó que de acuerdo a la etapa en la que el niño ha sido injuriado va a tener comportamiento clínico y eventuales secuelas: algunos tienen rastros toda su vida, otros tendrán problemas con el aprendizaje, otros cognitivos o convulsivos, algunos no alcanzarán un coeficiente intelectual que les permita ir a la escuela.
Reconoció Del Barco que la mayoría de los niños queda con alguna lesión, con problemas que deben controlarse, pero como en general son de bajos recursos, suele suceder que se mezclan las dos cosas y entonces, lo que no padece por la enfermedad, lo padece luego por el medio ambiente en el que se desarrolla, explicó el especialista.
Además, la promiscuidad
Del Barco consignó también que la mamá que se droga es una mujer promiscua, que por droga es capaz de hacer cualquier cosa. En general, tienen vida licenciosa y promiscua, con mayor riesgo de contraer enfermedades transmisibles por actividad sexual o uso de jeringas o agujas. Entonces, además del tóxico que consumen a través de la placenta, a los bebés se les suma la posibilidad de contraer otras enfermedades como sífilis o sida, o congénitas como hepatitis, citomegalovirus. De este modo, hay que pensar que los niños van a ser más enfermos, anticipó el neonatólogo.
Por la placenta, todo
Sabido y demostrado está que el bebé, en la panza, se alimenta por la placenta. Todo lo que la madre consume, lo consume el bebé. Lo bueno, lo nutritivo y lo tóxico también.
Adriana Flores Blasco, pediatra, toxicóloga del Hospital Materno reforzó la idea de que el consumo en Salta "es muy importante". En coincidencia con Rosa Abdenur, Flores sostuvo que la más vieja de las sustancias estudiadas es el alcohol, cuyo consumo excesivo por parte de una embarazada puede dar a luz a un niño con síndrome alcohólico fetal, un niño que puede sufrir las consecuencias de la abstinencia.
Acerca de si un bebé nacido de una mamá adicta necesariamente tendrá, por lo menos, una tendencia o predisposición a las adicciones en el futuro, Flores consignó que este "es tema de discusión". Dijo que algunas escuelas hablan de un determinante genético, el gen alcohol. Sin embargo, otras sostienen que lo más importante es el medio y el modelo; es probable que un individuo no tenga un determinante genético, pero si crece en un medio donde es natural el consumo, lo incorpore.
"Esta es mi preocupación a partir de la naturalización del consumo de marihuana. Con la falsa idea de que el consumo no tiene efecto dañino, se está incorporando cada vez más el consumo en todas las edades", resaltó, y subrayo que impresiona saber que cada vez es menor la edad de inicio en las adicciones.
Aclaró luego que no cualquier persona se hace adicta. "Hay factores que tienen que ver con la historia personal, lo actitudinal. No se pude generalizar, cada individuo es único", consignó, tras lo cual remarcó que estamos ante situaciones para el análisis y abordaje.
Relato desde el submundo
Prostituida y dominada por la droga, Ana deambuló 8 años por la vida. Le faltaba una materia para terminar el secundario cuando tomó el peor camino. En su barrio de la zona norte, sus amigos se juntaban a consumir. Ella los veía y siempre le despertaban curiosidad. Un día, enojada con su mamá tras unas discusión, se fue de la casa y recayó en el grupo consumidor. Probó por primera vez y siguió durante varios años, pero pudo parar. "No me privé de nada, empecé con marihuana, pero también le di a la pasta, a la cocaína, al alcohol, todo junto o separado", dijo en una charla con este diario.
Ana reconoció que cualquier motivo era bueno para irse de la casa y perderse por ahí con la falopa. Si tenía plata porque había hecho algún trabajito, compraba con eso, si no, sin pensarlo, de alguna manera llegaba al Bajo, donde se prostituía por algunos días y así obtenía algo de dinero. A los 20 años fue a parar a un centro de rehabilitación en Santa Fe, adonde llegó embarazada de 4 meses. Ahí nació su primer hijo, que hoy tiene 7 años. Volvió a Salta, porque tenía que afrontar un juicio. Estuvo tres meses sin consumir pero cuando el niño cumplió el primer año, empezó a dejarlo con su abuela porque la adicción la llamaba otra vez. Se reencontró con el papá de su hijo y volvió a las andanzas y vino el segundo embarazo. Otra vez, el mayor de los chicos quedaba con la abuela y ella se iba a la calle y, si era necesario, volvía al Bajo. Luego ingresó en el Centro Integral de Rehabilitación para Adicciones (Cepris) embarazada de tres meses del último de los niños.
"Por suerte pude salir bien de ahí, y acá estoy, en familia", remarcó la joven.

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