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Laberintos humanos. Coquetería
Armando nos contaba la historia de ese cuis a quien Carla Cruz, por arte de magia, convirtiera en gente y que, como gente, recibiera la mirada enamorada de Beatriz. Pero había vuelto a ser roedor sin olvidarla, y al verla desde su pequeñez rezando, la imitó para regresar al cuerpo humano. Entonces esperó a que regresara.
Beatriz volvió como al mediodía, y el cuis mudado en gente se le acercó sonriendo confiando en que ella recordaría tanto sentimiento como el que tuvo en sus ojos cuando lo miró en la noche, pero le descubrió un inesperado gesto indignado. ¿Qué hacés acá?, quiso saber ella. Volví por tu amor, le dijo él.
Pero eso que llamás amor, le dijo Beatriz al cuis milagrosamente transformado en gente, no fue más que coquetería. Deberías saber diferenciarlo, le dijo y la vergüenza acorraló al muchacho, que era en realidad un roedor, y salió corriendo quien sabe hacia dónde, porque ya no sabía cómo volver a ser el animal en cuyo cuerpo había nacido. Dicen, nos contó Armando, que siguió viviendo como gente.
Dicen, nos contó Armando, que como gente evita la mirada de las mujeres porque les teme como al mismo Diablo, porque ya sabe que no todo lo que se entiende de esas miradas es lo que ellas sienten, y porque ya es incapaz de preñar a su cuisa con el deseo bestial y sencillo con que lo hiciera antaño.
Carla Cruz, Petraccio, el Varela y yo no pudimos sino guardar un respetuoso silencio tras este cuento, y conscientes de que el mate ya estaba lavado, nos pusimos de pie y cada uno se retiró a su casa.