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Laberintos humanos. Del olvido | Laberintos Humanos

Jueves, 06 de agosto de 2015 21:41
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Laberintos humanos. Del olvido

Muchas cosas pueden olvidarse, nos explicó Armando mientras Carla Cruz nos cebaba mate y Petraccio pensaba que acaso fuera la única mujer que no se preocupaba por la falta de dinero. Recuerdo a un hombre que nunca regresaba a su hogar porque cada mañana se había olvidado de quien fue.

Hay olvidos menores, dijo, y olvidos necesarios. Hay ofensas que se dejan de recordar y eso hace bien, hay promesas que no se cumplen y castigos que no se concretan. Un alumno olvida su tarea y debe inventar una excusa para que la maestra no lo aplace, y hay olvidos que son mentira, porque uno prefirió no perderse el asado sin cumplir lo acordado.

Hay amores que se olvidan aunque hayan sido amores, nos aclaró Armando, pero la mirada enamorada de Beatriz, que fue menos que amor porque aún no lo conocía, quedó en el alma del cuis cuando dejó la forma humana para regresar a la de roedor.

Y andando por los túneles de la cuisera, era para él mismo algo extraño recordar esos ojos y esa mirada. Para él ojos eran más bien dos bolas redonditas a cada lado de la cara, pequeñas y alerta, pero no esas lunas grandes que lo miraron cuando Beatriz entró al club Terry para desfilar en la pasarela. La recordaba perdida entre la multitud humana para esperarla en vano, porque cuando regresó tras la medianoche, él ya era nuevamente un cuis.

Carla Cruz cebó un nuevo mate para Armando, mientras recordaba que habían quitado al cuis la animalidad para que lleve a Beatriz hasta la elección de su escuela, manejando la calabaza que había convertido en auto.

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